29 de Marzo del 2024

Érase una vez un regidor golpeador

Por Yonadab Cabrera Cruz / /

losamantes inte yona

¡Peligro!

¡Peligro!

¡Peligro!

Estimado lector, si es usted de los que suele exigir cuentas a los políticos y gobernantes, esta columna le puede ser de mucha utilidad para cuestiones de mera seguridad, preservar todos sus dientes, evitar que lo despoje de su ropa, o le fracture una pierna.

Por los pasillos del Ayuntamiento de Puebla camina un espectro, un ser que intenta producir miedo, intimidar a las personas que le llevan la contraria, que con amenazas y golpes intenta abrirse paso entre la muchedumbre. Le gusta que lo miren a los ojos cuando está hablando, que le rindan pleitesía.

Es un abogado al que no le importan las leyes ni la civilidad, los golpes son su estilo de vida y quiere hacer del Ayuntamiento su arena de lucha, de enfrentamiento callejero. Pobre de aquel que se atreva a contradecirlo, a cuestionarlo, a encararlo, porque no entiende de razones ni principios, ni moral y ética.

Sí, así es el regidor Roberto Eli Esponda que se dio a conocer como uno de los vándalos del Hotel MM. Fue uno de los que fracturó a un empleado del PAN y que despojó de la ropa al titular de la Fepade en Puebla, en aquellos disturbios del 3 de julio pasado.

Ya nos había quedado claro que lo suyo no es el diálogo, ni las leyes, menos el respeto a las personas, pero tan pronto volvió a hacer de las suyas, pues durante una reunión de trabajo en la sala de regidores agredió al panista Enrique Guevara y lo retó a golpes: “¡A mí háblame bien, eh putito!” con esas palabras se dirigió al panista cuyo único pecado fue pedir el estudio que acredita la entrega de plazas durante el gobierno de Banck.

Imagínese estimado el lector el día que le quiera pedir cuentas, que le quiera exigir que cumpla con su palabra, con los proyectos. Ya ni imaginarme el día que me toque entrevistarlo, espero que no sea mañana, ni pasado, ni la próxima semana. Menos imagino qué puede aportar a la sociedad un regidor que piensa que todo se soluciona a golpes, a amenazas e insultos.

Menos puedo imaginar qué hace o no hace mi adorada Claudia Rivera que no le llama la atención, que no lo calma y le exige respeto. Si usted se lo encuentra por los pasillos del Ayuntamiento, de la Sala de Regidores, en la BUAP o en la calle de su casa, mejor aléjese, no vaya ser que por mirarlo feo lo quiera golpear.

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