28 de Marzo del 2024

Ser o no ser, he ahí Instagram

Por Rolando Ochoa Cáceres / /

panza identifi

Durante seis meses estuve manejando Instagram y me percaté de que hay una necesidad realmente alarmante de ser famoso, de ser lo que le llaman hoy “influencer”, de mostrar un estilo vida portentoso, lujoso e inverosímil y tener una identidad basada en el culto de la superficialidad. Lo que vi en Instagram fueron rostros siempre sonrientes, cuerpos sin error y sin imperfecciones, identidades basadas en el súper lujo y en la súper dicha económica… ejemplos a seguir en un mundo que se cae a pedazos y ejemplos a los que no les importa demasiado que el mundo se caiga a pedazos. En el día de hoy la gente tiene una gran ambición por ser famosa, tiene una gran ambición de mostrar a como dé lugar que su vida no es una vida ordinaria, común y corriente sino que su vida es una excepción, que su vida la comprenden tantos lujos posibles para poder ser parte de aquella diminuta comunidad que se engrandece en el cúmulo de sus pertenencias y de sus cuerpos de Adonis y de Afrodita. Llegué a la conclusión de que Instagram no únicamente presenta infinidad de mentiras y de fraudes vivientes, también causa problemas en el autoestima, genera problemas de ansiedad, empobrece la vida y hace que el error, hace que lo ordinario, hace que el pensar, se vuelvan sin sentidos. Instagram es la consolidación de las fracturas de identidad.

Emily Esfahany Smith en su texto del New York Times titulado “Jamás serás famoso… y está bien” dice que “tener una vida extraordinaria parece ser la norma en internet. Además, la idea de que el significado de la vida debe ser excepcional, o parecerlo, no solo es elitista sino que también está equivocada.” Hablamos aquí del valor de vivir y del valor ser, en el hoy se llama, valor cuantificable. Volvemos al tema, parece ser que ahora la trascendencia se cuenta por likes y por número de seguidores.

Esta gran necesidad de tener una vida súper extraordinaria y no sólo eso, de mostrársela al mundo y señalarse a sí mismo desde la abundancia y del lujo hace, claro, que la gran mayoría de quienes pertenecemos a este mundo (y no contemos con esa súper “abundancia” estrafalaria”) nos sintamos insatisfechos.

Vi, por ejemplo, la necesidad de imitación. Los famosos o los influencers o aquellos que tienen ese “prestigio” en instagram hacen challenges que no sólo caen el absurdo y la tontería sino también en lo trágico. El que más me sorprendió en estos meses es aquel en el que las personas salen del automóvil y bailan teniendo el auto en movimiento… Algunos como copilotos y otros como pilotos hicieron ese burdo desafío mostrándose como valores importantes en la cultura del Instagram. Mientras el mundo se cae a pedazos, las personas bailan con su auto en movimiento poniendo en riesgo su vida y la de los demás. Aquellos modelos a seguir se vuelven también en modelos educativos, lo queramos o no, de las generaciones jóvenes. ¿Por qué necesitamos esto, por qué forzosamente quiero ser famoso para decir que mi vida vale la pena? ¿Por qué repito estas conductas para sentirme trascendente, importante, sentirme parte de esa pequeña comunidad de la elite del Instagram?

La columnista Esfahany menciona “Muchos jóvenes adultos no alcanzarán las metas idealistas que se proponen. No se convertirán en el próximo Mark Zuckerberg. Su obituario no aparecerá en diarios como este, pero eso no significa que su vida carecerá de propósito y valor.” Y aquí incluyo, no serán ni la próxima Kim Kardashian, ni el próximo Lionel Messi ni mucho menos serán (por favor, Dios) el próximo youtuber que gracias a un partido de futbol se da la oportunidad de mostrarse ante todo el mundo teniendo relaciones sexuales con una bandera. Esfahany Smith da en el clavo con dos palabras “propósito y valor” y yo incluyo el que sea un propósito genial para uno mismo y para los demás y que genere un impacto de valor, claro, desde el valor mismo como menciona la escritora “El reciente campo de la psicología dedicado a la investigación y el estudio del “significado de la vida” confirma la sabiduría presente en la novela de Eliot: el sentido de la existencia no se encuentra en el éxito y el glamur, sino en lo mundano”.

Claro que al usar Instagram adopté ciertos hábitos devenidos de la red social como tomarle fotografías a la comida o tomarme selfies (nunca en mis ocho años de usar redes sociales me había tomado tantas selfies como en estos seis meses de Instagram). Cuando decidí cerrar mi cuenta noté mi necesidad de mostrarme, mi necesidad de mostrarle al mundo lo genial que era mi vida (claro que uno no muestra la contraparte de la vida) y vi que en mi perfil no existía yo sino una persona desconocida, frívola y sin sentido.

Claro que este es mi caso y puede que en otros no sea lo mismo. Puede que otros digan que Instagram es lo mejor, que les ha ayudado a recuperar amistades o les ha generado un buen autoestima o les ha ayudado a ser más ambiciosos, etcétera. En mi caso no fue así y me parece que vivo mejor de este modo. Es abrumador pensar que ahora las redes sociales moldean comportamientos y conductas. Habitamos un mundo en el que nadie es nadie porque ya la identidad ha pasado a ser un absoluto vacío. Parafraseo el título de Esfehany Smith: Nunca serás famoso ¿y ya por eso eres nadie, eres un fracaso? El mejor challenge que he hecho este año es vivir sin Instagram y los efectos son similares a cuando dejé de fumar. Soy y deseo ser sin ninguna red social.

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