25 de Abril del 2024

¿Es un desechable la felicidad actual?

Por Rolando Ochoa Cáceres / /

panza identifi

Al abrir cualquiera de nuestras redes sociales nos encontramos con miles de imágenes que nos muestran lo que en nuestra época es considerada la felicidad. Hay incluso artículos y publicaciones tipo manual que se titulan, por ejemplo, 10 cosas que hacer antes de morir, 10 cosas que hacer para ser feliz, 10 cosas que tienes que leer para ser inteligente, etcétera. Aquellos artículos nos muestran como “recomendación” aquello a lo que estamos obligados y por ende, destinados automáticamente a mostrar, a hacer para ser parte de esa comunidad del happy life. Si uno no va a esa isla fifí a tomar esa bebida uyuyuy a mostrar el cuerpo “ay caramba” con sus lentes a lo James Bond, entonces, no sabes vivir en esta época.

Hace unos días leí la entrevista que le hicieron al doctor en filosofía, José Carlos Ruiz. El texto se titula “La felicidad se ha convertido en instrumento de tortura” y fue hecho por Ima Sanchís publicado en La Vanguardia. Ya desde el título a uno le tiembla el cuerpo y efectivamente, la felicidad de hoy en día es una total tortura. La frase “Nos han condenado a ser felices por obligación, y lo que es peor, por imitación” me generó demasiadas preocupaciones.

Ya en artículos anteriores he dado mi punto de vista sobre la ilusión actual sobre la felicidad y los mercaderes y sacerdotes de la misma y coincido totalmente con el filósofo entrevistado, principalmente en estas frases: “Nos venden que la felicidad es algo instantáneo y fácil de adquirir. Se trata de una felicidad postiza y a la venta que nos convierte en drogodependientes emocionales” y “La palabra de moda es tendencia: el viaje que no te puedes perder, el último gadget, el restaurante del momento con su cocina fusión, el imprescindible mindfulness...”. Nada más cierto.

Si antes con el consumo era “suficiente” ahora es necesario mostrar a como dé lugar ese consumo para erigirse como mandamás de la felicidad, por lo menos en las redes sociales.

Otro caso a observar es la señalización violenta de aquellos que muestran su enfado contra aquellos que no conviven con estas formas o que por lo menos, no coinciden con las mismas. Ejemplo de ello son los coaches emocionales o los sacerdotes de la felicidad que hablan de realización, de éxito. Palabras “positivas” pero de contenido, en la mayoría de los casos, ilusorio e incluso suicida. Si a alguno de ellos se les dicen frases como “es difícil” o “es imposible que de la noche a la mañana me vuelva millonario” o cosas como “mis metas son menos ambiciosas” entonces uno queda señalado como perdedor, mediocre, entre otros adjetivos nefandos.

En el hoy la felicidad debe ser inmediata, instantánea, como si fuera sopa o fast food (sin olvidar la foto que compruebe y amerite dicha felicidad). Por lo mismo, los niveles de ansiedad y de angustia, creo yo, son los más altos de la historia. Si no me cree pregúntese cuánto tiempo está dispuesto a esperar por una respuesta en whatsapp. La neurosis, la psicosis se han vestido de estrés y sí, convivimos todos los días con neuróticos en potencia. Por eso no me sorprende mucho el hecho de que vivamos en una época extremadamente violenta donde día a día las personas actúan sin consciencia y cometen actos pavorosos.

Como lo mencioné hace algunos artículos anteriores, la felicidad es ahora una mercancía que se te obliga adquirir. No deseo criticarlo del todo pero reflexiono sobre la necesidad terrible de adquirir un teléfono último modelo y el hecho de estar en una fila que atenta contra el físico...

Todo esto me ha llevado a preguntar ¿qué felicidad estamos viviendo? O ¿qué es la felicidad actual? Si tomamos en cuenta de que es instantánea entonces hemos perdido lo perpetuo, lo trascendente. La rapidez con la que se vive la felicidad actual pasa de un segundo a otro y por ende, la convivencia, el amor, las amistades, la familia, se vuelven meros artilugios de antigüedad. Es fácil ver eso, basta con asomarse a su hogar o si prefiere, echarle un vistazo al interior de cualquier restaurante y ver la cantidad de personas que atienden su soledad con el teléfono, o bien, conviven con otros poniendo atención con un ojo a la persona y con el otro al teléfono. La felicidad ha generado un gran negocio y también, una cantidad inigualable de enfermos mentales.

Si hemos perdido la dicha de esperar, de detenernos, de aguardar, de sentir, entonces hemos perdido la dicha de contemplar, por ende, todo acaba pronto y nada sirve. La felicidad es desechable y sus instrucciones contaminan, como lo menciona José Carlos Ruíz, “la acción le está ganando la batalla a la reflexión”. Y probablemente en esa palabra, en la REFLEXIÓN se encuentre la llave de la caja de pandora del equilibrio. La felicidad de hoy, aquella que se obliga es una mentira y un síntoma doloroso en nuestra sociedad actual.

Recomiendo la lectura “La felicidad se ha convertido en instrumento de tortura”. De click aquí

 

Publicidad