25 de Abril del 2024

Me estresa el “tener que ser” feliz

Por Rolando Ochoa Cáceres / /
Me estresa el “tener que ser” feliz
Foto: Especial

panza identifi

Creo que nunca he vivido con más estrés como cuando se me dijo, pensaba y consumía la obligación de ser feliz. ¡Tienes que ser feliz! Leía y escuchaba esa frase por todos lados y me produjo demasiados errores, demasiados arrepentimientos y no viví lo que realmente deseaba experimentar.

Ahora me da miedo comandarme por ese lema. Los sacerdotes de la felicidad nos dicen prácticamente que somos absurdos por no seguir una lógica de juego y así ser felices. Los instructivos de los libros de autoayuda nos dictan los millones de pasos para ser felices infaliblemente. No es que uno no quiera ser feliz pero cada quien experimenta la felicidad de manera diferente. No olvidemos que también el discurso de la felicidad es un negocio harto jugoso, si no me creen vayan a comer una hamburguesa donde forzosamente les tienen que recibir con una sonrisa.

Mucho tiempo repetí la frase “a esta vida vinimos para ser felices” y la verdad es que no tenía ni la menor idea de lo que estaba repitiendo.

Estamos ya condenados mentalmente y emocionalmente, se nos ha enseñado forzosamente que todo, absolutamente todo debe cerrar con un final feliz y por lo tanto (oh, los griegos y su catarsis) liberarnos y “librarnos” también. De ahí que cuando las cosas no cierran con finales felices tendemos a frustrarnos, a enojarnos, a llorar y a fantasear una y otra vez que en algún momento llegará ese final feliz.

Por otro lado se ha relacionado el éxito con la felicidad y entre más exitosos eres, claro, más feliz eres… lo que no le dicen a uno es que el éxito es volátil, en algunos casos hay demasiada suerte (sí, soy mediocre al creer que algunas personas cuentan con mucha suerte) y en otros casos se dan los resultados a una genial y muy fatigosa disciplina. En muchas ocasiones he escuchado “haz aquello que te guste y que te deje dinero”.

En mi caso todo esto me ha traído un estrés insoportable. Levantarme todos los días, donde la mayoría de ellos me levanto con cierta amargura y desesperación y estar obligado a entregar sonrisas a medio mundo me es sumamente estresante. Hace poco dejé de hacerlo y créanme que me he sentido mucho mejor. En aquellos tiempos solía saludar a todo mundo, abrazaba y deseaba el bien a la humanidad. Era un sol todo contento que deseaba brindarle la felicidad al mundo. Cuando comencé a recibir groserías o que simplemente no me devolvían el saludo o que, cuando saludaba venía la crítica según bully-amistosa pero totalmente fuera de lugar, decidí dejar de andar como sol feliz y decidí darle game over a esa historia. Ahora es diferente, ya sé que no estoy obligado a tener que ser feliz para que los demás lo sean o buscar la felicidad en el “hacer sentir bien a los demás” o en el ser un zen absoluto de compasión dador de todo, incluso de mi vida.

No sé si el discurso tenga que ser forzosamente la felicidad, creo que más tiene que ir dirigido al bienestar, a la armonía o a la tranquilidad.

Creo que también el ser feliz es una exigencia demasiado cruel porque, vista desde esta perspectiva, es un círculo continuo de insatisfacciones y frustraciones. Tienes que ser feliz, comandan desde las trincheras de la comodidad y del “mírenme como he sorteado la vida y lo que he conseguido”. Eso no es más que alimento del ego.

Me estresa la felicidad porque me hicieron poco tolerante a aquello que contenía dotes de tristeza, melancolía, amargura o nostalgia y creo que no es mi caso el único. Cuando lloraba me decían “no llores”, cuando extrañaba me repetían “es mejor olvidar” o cuando el mundo me parecía el peor lugar para existir me decían “pero si somos un milagro de Dios”. Todo aquello que contradiga la felicidad es resultado de críticas y de castigos morales, éticos y en algunos casos hasta económicos.

No estoy diciendo que tengamos que ser seres miserables que renieguen estados de solemnidad, de bienestar… No, lo que estoy diciendo es que esa lucha para ser feliz es demasiado agotadora porque, probablemente, el presente sea mucho más feliz que un futuro insospechado.

Creo que no es obligación ser feliz siempre, toda la vida, todo instante, creo que es obligación experimentar la vida y aceptar que no hay nada estático, que todo es cambiante y así también nosotros o nuestro interior es totalmente dinámico.

Supongo que el discurso tiene que ir más hacia el equilibrio aunque en esta época nuestra sociedad sea una de las más desequilibradas.

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