20 de Abril del 2024

Qué pasó ayer tercera parte

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

Es la última parte de mi “Qué pasó ayer” de hace dos semanas. Dudé un poco en contarlo por las implicaciones sentimentales, familiares, amistosas y todo lo que pueda conllevar, pero esta fue la parte más bochornosa y el climax de aquella fiesta inolvidable.

Y como bien les dije la semana pasada, todo ocurrió por culpa del tequila. Esto es lo que pasa cuando combinas tequila, tonayán y el enojo descontrolado al ver que la utilería de uno de tus mejores amigos está en riesgo.

Por supuesto, luego Mundo con qué iba a poner su mesa de dulces.

Lo malo es que todos esos ingredientes son una bomba explosiva, son la combinación perfecta para que te salga el Jaime duende que llevas dentro.

Dejen de lado que haya bailado con la Pájara Peggy que tuviera mi propio Puerco araña, que sacara mis habilidades de taibolera, que me pusiera trenzas… no, eso no fue lo malo, lo malo fue mi súper transformación Sayayin fase 4 y todos los heridos que dejé a mi paso.

Más de una vez le grité “naco” a un desconocido, de hecho toda la fiesta me la pasé gritándole naco a todo el que se me parara enfrente o la que se me parara enfrente. Sí, ejercí violencia de género como Jaime duende Concha duende y le pinté dedo a todo el que pude.

—Amigooooo Pppocoyayito eshe que va ahí esh un naaaacoooo, hip, hip (hipo de borracho) — le dije al buen, amable, educado y siempre dulce Pocoyayito señalando al tipo en cuestión que nunca antes en mi vida había visto.

—Oye, oye, oyeeee, tú, mushasha, por qué vienes encuerada. Eresh una naaaaca— le grité a una pobre mujer que tampoco conocía, que tampoco había visto antes y la cual me miró con cara desencajada.

—Eresh una gorda, escúshalo bien, gooooooooooorda, gooooooooorda y con eshe vestido pareces piñata— le dije a otra pobre mujer que se puso a llorar, le rompí el corazón y acabé con la poca autoestima que tenía.

—Y quiénes son estos nacos que están en mi mesa… ¡Pitoooo! ¡Pitooooooooooo! ¡Pitooooooooooooooo!— les grité como loco a unos pobres muchachos campiranos que compartieron la mesa conmigo y los corrí pintándoles dedo.

El caso es que acabé con la fiesta, salió mi alter ego y todo el mundo me vio horrorizado como si se tratara de monstruo. Nadie más me dirigió la palabra, no supe como llegué a casa ni quién se compadeció de mí a pesar de que había insultado a todos.

Sí, fue una cachetada con guante blanco.

Moraleja: Omitan combinar tequila, tonayán y el coraje.

¡Claro! Chinguen al guapo.

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