16 de Abril del 2024

Equivocaciones que matan de la pena

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

Por más que me insistan en incursionar en los gadgets y la tecnología, tengo fuertes razones para seguir siendo Yona viejito. Sí, estoy chapado a la antigua y prefiero seguir así, porque entre tantas apps, celulares y nuevas tecnologías de la información nunca sabes cuándo meterás la pata.

Odio los malditos grupos de Whatsapp y de Facebook, y cada vez que me agregan a uno pido que me saquen inmediatamente, o aviso muy cordialmente que lo abandonaré.

¿La razón?

Ya me ha pasado que me equivoco de chat, de conversación o de grupo y como Lindsay Lohan en Chicas pesadas, termino confesando quién me cae mal, a quién detesto o a quién odio, y esa persona termina enterándose de mi odio.

Pero lo peor que me ha sucedido en estos malditos grupos ni siquiera tiene que ver con confesar mi animadversión hacia alguien. Imagínense que toda su familia se entere de sus deseos pasionales más bajos, de sus instintos animales más perturbadores o de sus pláticas sexuales más vulgares.

Sí, como lo leen, me equivoqué de conversación y en un chat familiar dejé al descubierto mi afán por los aparatos reproductores masculinos y en un lenguaje muy soez. Ha sido una de mis peores experiencias, no sabía qué hacer pues en mi familia no sabían de mis gustos culposos, ni mucho menos de mis hazañas sexuales.

Lo recuerdo bien, era una noche fría de otoño de 2014. Estaba acostado en mi cama viendo La sirenita y conversando con un nuevo “amiguito” y con mis primos en el chat de primos que tenemos de Whatsapp. Mientras la charla con el nuevo muchacho subía de tono, con los parientes era puro chacoteo, chascarrillos, bullying y risas.

Que si los chismes de la familia, que si uno de mis primos se lastimó la rodilla, que si otro se peleó con la esposa, que si a otro la esposa lo dejó, que si a uno lo regañó su mamá, que si el otro se enfermó por andar de pedo. Ya saben, cosas típicas de las familias.

Mientras que en la otra ventana de chat estaba el coqueteo, que si los músculos, que cuántas horas pasaba en el gym, que si la foto del pack, que si una medida perfecta de 22 centímetros, que si llenaba los botes de Alpura.

Hasta que ocurrió lo peor...

Me equivoqué terriblemente de ventana en una charla muy íntima que no debía salir de las sábanas de mi cama.

—Sssssgggg (léase en tono de sabrosearse a alguien) Papacito qué rico $%&/%$#” tienes ¿Cuándo #$%&/*?—le escribí muy entusiasmado, lleno de ilusiones y de calentura de la buena.

Cerré el Whatsapp y seguí viendo mi película para niños. Pasaron los minutos y empecé a ver que en el chat de primos entraban y entraban los mensajes, pero los ignoraba porque pensaba que seguían con los chismes de la familia —Ya mañana los leo— pensé.

Y de quien esperaba que me llegaran mensajes, ni sus luces. Pasaron cinco, diez, quince, veinte minutos y no daba señales de vida —¿Se habrá espantado? ¿Estará ocupado? O acaso ¿Estará ligando?— me empecé a cuestionar al mismo tiempo que la desesperación me obligó a abrir el WhatsApp.

Ahí estaba, todo mi mundo se venía abajo entre la vergüenza o la desesperación. Todas mis ganas, mis deseos sexuales expresados en un lenguaje soez, los había escrito en el chat de primos y no en la conversación privada.

Como era de esperarse hubo una cascada de comentarios en el chat grupal y en privado me escribían todos mis primos —¿Qué onda con eso? ¿No juegues eso no se escribe? ¿Espero haya sido una equivocación? ¿Por qué te expresas así? ¿Es un grupo familiar?

No sabía qué hacer, entré en pánico, ni siquiera sabía qué responder. Lo único que se me ocurrió fue llamar desesperadamente a mi adorada Rayas @SeleneRíos para que como siempre me iluminara —Podemos decir que estábamos en la peda, fuiste al baño, tomé tu celular y te escribí eso— no me convencía pero era la opción más práctica.

Y así fue, Selene me etiquetó en una publicación de Facebook que decía más o menos así: “Estimado Yona, perdona por haber tomado tu celular y haber puesto todas esas vulgaridades que no son propias de ti en el chat de tus primos. Ya no te enojes conmigo y háblame”.

De inmediato le tomé captura de pantalla, la puse en el chat grupal y me excuse diciendo que no había sido yo, que me habían robado mi celular para hacerme una broma de mal gusto mientras iba al baño en una peda.

—Qué bueno que lo aclaras, diles que eso no se hace, pinche vieja manchada— y entre otras cosas me respondieron mis primos. Por supuesto, creí que ya había pasado y se les había olvidado, pero que equivocado estaba.

Apenas rumoraron eso y por lo visto es un tema muy recurrente entre ellos, por supuesto yo me hice y me sigo haciendo pendejo.

Moraleja: borren todos los grupos comunitarios.

¡Claro! Chinguen al guapo.

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