29 de Marzo del 2024

De carreras y el llamado de la naturaleza

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

Faltaban cinco minutos: en sus marcas, listos...

Jamás llegué al fuera. Justo al momento en que el señor marcador de la salida, estaba dando la salida: “Fue......”

Sentí el llamado de la naturaleza, pero en un primer momento quise ignorarlo, luego vino un retortijón y puse cara de suricata.

—Amigos, ahora vengo. Adelántense en la carrera— les dije a Arturo Rueda y a Dania Najera.

—¿Qué pasó? ¿A dónde vas?— me respondieron en coro los dos.

—Tengo que ir al baño— le respondí muy desesperado mientras empezaba a sudar frío. Salí corriendo en sentido contrario a la marea de gente que ya empezaba a correr. Parecía salmón nadando río arriba.

Empujé gente con todas mis fuerzas. Salió volando una venerable mujer de la tercera edad que corrió tres kilómetros, una chava que iba por los cinco, un tipo que llevaba a sus schnauzer y así parecían pinos de boliche.

Yo solo apretaba los dientes, los puños y las nalgas para aguantar:

—¡Buenos días! ¿Tendrá un kleenex que me regale?— le pregunté a un vendedor de tenis.

—¿Tienes kleenex María?

—No.

—No joven, no tenemos.

—Gracias.

Y así anduve preguntando con todas las personas que estaban en el zócalo de San Pedro Cholula el fin de semana pasado: los distraídos, los policías, los que acompañaron a sus familiares que participaron en la carrera “Correr te hace bien”, la gente que iba saliendo del antro, a cualquier incauto y nadie llevaba ni un mísero cuadrito de papel higiénico.

Los retortijones aumentaban. Tal vez los cacahuates y las cervezas que había consumido una noche antes me laxaron. No lo sé, pero mientras corría de un lugar a otro buscando papel higiénico o un puto kleenex, veía como poco a poco se iba desalojando el zócalo de San Pedro Cholula, cada vez quedaban menos corredores en la zona de salida.

Y yo ya no podía contener. Entonces lo decidí. Respiré onda y profundamente; pensé Ni modo, tendrás que meterte así a los baños portátiles, ya adentro verás cómo lo resuelves.

En efecto, me metí a los baños portátiles, pero jamás imaginé que todo lo acumulado en mi pancita era como de un rinoceronte, yo no sentía el fin de aquella travesía, no podía parar hasta que casi quedé seco.

¿Me limpio con las calcetas?... no porque al correr me lastimarán los tenis. Bajé la mirada, observé detenidamente el color azul cielo, los cochecitos rojos y el resorte No lo hagas, es tu bikini favorito, te marca muy bien las piernas y las nalgas... ¡Chingue su madre! Es eso o te quedas aquí para siempre.

Y planifiqué la estrategia, pues era bastante lo que había que limpiar y tenía que capitalizar cada centímetro de tela ¡Bendito Dios! lo logré, pero este trauma, el problema no paró ahí, era solo el comienzo de una terrible pesadilla, de una larga cadena de eventos desafortunados.

Lo reconozco, me apena decirlo, ustedes se preguntarán ¿El pobre y hermoso bikini dónde quedó? Eeeeeeste, pues sí, lo tuve que aventar al toilette. Ni modo, qué más podía hacer ¿A poco me lo tenía que llevar?

Pero la pesadilla continuó al salir del baño portátil, pues ahí estaba parado justo afuera el reportero de TV Azteca, Giovanni Maimone, parece que llevaba horas ahí haciendo fila para entrar al mismo pinche baño al que yo entré. Por supuesto, lo primero que pensé es que descubriría el bikini, lo segundo que consideré es que debido a mi tiempo de estancia en el baño y como nadie más salió o entró, sabría que era mío.

Solo le hice una mueca y me fui corriendo. Ya todos me llevaban minutos de ventaja, ni qué decir de Rueda y Dania, seguramente ya estaban a la mitad del recorrido y yo apenas iba empezando. Supuse que no habría mayor problema, pero canté victoria muy pronto, jamás había andado sin calzones y fue lo más incómodo del mundo.

Sentía que un huevo iba por un lado, el otro huevo por otro lado, y el Firulais sacudiéndose a diestra y siniestra. No me quedó más remedio que quitarme mi sudadera y amarrármela en la cintura, así corrí bastante incómodo. Para no hacerles el cuento largo, llegué bastante rozado, sin calzones y con gran cara de vergüenza al ser descubierto.

Moraleja: Qué razón tiene mi mamá. Antes de salir de casa hay que ir al baño.

¡Claro! Chinguen al guapo.

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