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Los sugar dady del Congreso

Por E. Sarah Goza / /

queperra ident

Lo veo y no lo creo.

Mis ojitos de Pug no pueden con estos señores que se hacen llamar diputados.

Como la virgen de Fátima, quiero llorar sangre.

Me los quiero arrancar como el Dragón Shiryū.

O quiero que me lleve el microbús y me arrastre como se llevó a Georgina George de Chicas pesadas.

Esto comprueba que no importa la clase social, la profesión, el cargo, o la especie.

Da lo mismo que sean albañiles o diputados. Con razón, nunca prosperan las leyes que aprueban para combatir la violencia de género, si ellos mismos la generan.

Al fin y al cabo, humanos y hombres tenían que ser.

Me refiero a los diputados panistas Franco Rodríguez y Pepe Esquitín, quienes cual perros Bóxer, San Bernardo o Mastín Napolitano, babearon y rebabearon a tal grado de mojar los proyectos de ley que tenían en papel sobre sus escritorios.

¿Qué provocó que salivaran tanto?

Una ilusa muchacha, asistente del diputado de Movimiento Ciudadano, José Ángel Pérez García.

De pronto recordé a la Venus de jalea de Homero Simpson, en aquel capítulo donde se pegó esta golosina a la nacha de la niñera de Bart y Lisa, y el atascado de Homero la despegó y se la comió.

Ummmmmm, jaleaaaaaaa (léase en tono de pervertido).

Así nuestros dos personajes, Franco y Pepe con la asistente:

Ummmmmm, asistenteeeeeeee (Léase en tono de Homero Simpson babeando).

Holaaaaaaaa asistenteeeeeeeee (Léase en tono de los hermanos Warner).

Afortunadamente ambos diputados fueron sorprendidos y exhibidos por un fotógrafo justo en el momento de su clímax.

Estos viejos cochinos estuvieron a punto de salir corriendo al baño.

Los viejos rabo verde casi se sientan en sus piernas a la pobre e inocente niña, le querían hacer caballito.

Y como ya me enteré que andan diciendo que no es verdad que la miraron así, aquí les dejo su foto y parte de su conversación. Vulgares estos.

Franco: ¡Mamacitaaaaaaaaaa qué rico cabush tienes! ¿Ya viste Pepe?

Pepe Esquitín: Parece la Nacha plus, quiero ser su tío Pepe.

Un día un Bóxer así me miró, lascivamente. Claro como camino coqueta, moviendo la cadera, pensó que era perra fácil y cuando quiso decirme algo, le agarré su cosa a mordidas.

franco