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Regaños de mamá

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

No sé si sentirme halagado u ofendido de que a mis 30 años, sí 30 años como la Nana Fine o como Fey, mi mamá me siga regañando y pretenda siempre decirme cómo hacer las cosas. Es la reencarnación de ese libro La mamá más mala del mundo, quiero pensar que es eso y no se trata de una mamá controladora.

Y no les pasa que ya son todos unos profesionistas, ganan dinero, mantienen una casa, tienen coche y sus mamás los siguen regañando.

Por favor, levante la mano a quien le suceda lo mismo que a mí.

No veo sus manos.

Ya se tardaron.

No creo ser el único...

Mmmm ok, soy un caso perdido.

Pero ¿No están de acuerdo en que lo peor que les puede pasar es que su mamá los regañe a sus “30 años” delante de sus primos, tíos, abuelitos y personas desconocidas?

Sí, la semana pasada tuve un Déjà vu, recordé aquellos episodios de mi infancia cuando mi sacro santa progenitora me regañaba por cualquier cosa delante de todo el mundo. Han pasado los años y lo sigue haciendo, es como una tradición o una costumbre que me marcará para siempre.

Y ¿Por qué?

Por obrar siempre de buena fe y tratar de hacer lo mejor para el mundo.

Hace una semana mi mamá preparó una bolsa grande con mucha ropa para regalar:

Mamá: Ahora que vayas a Necaxa te llevas esta bolsa, por favor.

Yo, el inocente: ¿De qué es?

Mamá: Son unas chamarras para regalarle al Berny (Berny es mi sobrino latoso de 15 años).

Yo, el inocente: Ok, me la llevo.

Pasó la larga semana y sólo pensaba en deshacerme ya de esa bolsa y que no se me fuera a olvidar, porque también mi iría como en feria.

Yo, el inocente: Berny te traje muuuuuuucha ropa.

Berny: Mmmmmm ¿Para mí?

Yo, el inocente: Sí, para ti. Agárrala, llévatela, pruébate la ropa.

Pero no sé por qué no me creía.

¿Sera que siempre me la paso haciéndole bromas y maldades?

Mis primos le hicieron bullying para que agarrara la bolsa, la aceptara y se la llevara. Pensé que había hecho la buena obra del día, pero que equivocado estaba. Al poco rato, pasó lo inesperado.

Mamá: ¿Trajiste la bolsa de ropa?

Yo, el inocente: Sí.

Mamá: ¿Dónde está?

Yo, el inocente: Mmmm ya se la di al Berny.

Mamá: ¿Y para qué se la das? ¿Quién te dijo que se la dieras?

Yo, el inocente: Pues me dijiste que era para él.

Mamá: ¿Yo te dije que era para él?

Yo, el inocente: Sí, tú me dijiste que era para él, que eran unas chamarras para él.

Entonces, vi su expresión, se transformó y se convirtió en la mamá más mala del mundo, pensé en correr pero seguramente me alcanzaría o le atinaría con su chancla voladora.

Me mantuve firme y no desistí.

Mamá: ¡La bolsa se la iba a dar yooooooooooo! (exclamó mi mamá con cara y voz de El Exorcista) y continuó.

Mamá: ¡No toda la ropa es para él, también viene mi ropa sucia y ropa que le regalaré a Patyyyyyy!

¿Por qué no preguntaaaaaaaaaaas?

Siguió gritando mi mamá mientras sacaba las malditas chamarras, la ropa para mi prima Paty y su ropa sucia.

Me alcanzó y del coraje me pegó con la bolsa de su ropa sucia, luego con la bolsa de ropa para mi prima Paty y al final con las chamarras.

Todo eso pasó mientras mis primos, tíos, tías, primas, y gente desconocida se reían de mí.

Moraleja: las mamás siempre tienen la razón.

¡Claro, chinguen al guapo!