Cuando decides dar este paso es porque ya estamos más seguros que nada ni nadie; y estamos hablando de vivir con alguien aparte de tus padres, no de casarte. Esas ya son palabras mayores. Todos hemos tenido ese sofocante sentimiento en el pecho que nos atormenta al pasar las noches sin nuestro ser amado, pero el plantear un matrimonio es ese nivel que se debe alcanzar con mesura. Porque nuestros padres o abuelos lo hayan hecho, no significa que a nosotros nos vaya a resultar la mejor opción jamás tomada.
¿A qué nos referimos con esto? Si ya estamos decididos a no tener que recurrir al Skype o al Line para soportar la lejanía, y no querer terminar cualquier llamada, aunque no se emita ni una sola palabra; la mudanza en pareja es la respuesta primera si le contraponemos a la alianza legal. Y es que, en efecto, ¡algo se debe hacer! No tomar la iniciativa frente a ese riesgo de que los kilómetros hagan una jugarreta que afecte a los corazones es un suplicio que poco a poco roba ilusiones y oxígeno.
De por sí, a todo noviazgo le llega su tiempo de dudas; pero lo es de mayor impacto cuando la escuela, el trabajo y las actividades domésticas se interponen, dejando espacios de corta convivencia. Entonces el pensamiento obligado es: “si estuviéramos juntos, seguro no estaríamos sintiendo esto”.
Quizás acertemos al plantearnos, pero siempre será mejor ir a vivir con esa persona antes de cualquier otra decisión fuerte con ella; así, experimentaremos cómo se da el día a día y si es que de verdad funciona. No promovemos con esto relaciones fuera de compromiso, ni mucho menos; sino más bien, de darnos la oportunidad para conocer al otro sin pisar demasiado el acelerador. Así que, como todo, a hacerlo… pero con precaución.
¿Tenemos buenas razones para probar ese acto de compartir antes de un casamiento? Pues sí, son bastantes; y si podemos con ellas, podemos con lo que venga.
1. Sobreviven juntos
Este es un punto enorme. Pero si lo saben llevar con éxito, significa que los dos ya saben cuál es el ingreso económico y lo que representa llevar un hogar juntos, lo que cuesta. Y no sólo en el plano de lo monetario es que hacemos referencia, sino a que en esas tardes aburridas o de lluvia, saben convivir lo suficiente como para ya no ser esa eterna pareja de cine o café.
2. Respetan sus espacios
Tanto físicos como de tiempo; aprenden que, aun estando en la misma casa, cada uno tiene pendientes y asuntos importantes qué hacer por su cuenta. A lo mejor, en un principio desean hacer absolutamente todo juntos, pero tampoco es sano que lleven una agenda paralela en cada punto del día. Hay veces que se puede, hay veces que no.
3. Gastronomía de pareja
Reconocen a la par los métodos y los intereses, incluso las limitaciones que se tienen en la cocina; las cosas ya no se solucionan yendo a un restaurante o a un centro comercial. Y aunque parezca tonto, el ‘¿qué vamos a hacer hoy de comer?’ es un tema recurrente que se puede volver conflicto. Y no queremos nada eso, platicando se entiende la gente.
4. Planear un orden
Los días en que llegabas a tu recámara o a tu departamento de soltero y aventabas los tenis en cualquier lado, se han acabado. Están formando un hogar en conjunto, y si se pueden poner de acuerdo en reglas básicas de orden y limpieza desde ahora, es buen augurio para un futuro más serio.
5. Responsabilidad
Si es que ya vivías por tu cuenta y estabas acostumbrado a no tener que rendir cuentas para nada, si llegabas o no a casa, despídete. Estar con alguien es mezclar tu vida con el otro en su totalidad. Y si sigues con tus papás, mudarte con tu pareja tampoco es la respuesta si lo que buscas es hacer tu voluntad sin miramientos. No se trata sólo de ti, ve ejercitando este dato; de lo contrario, no podrás ir más allá.
6. Sexo en confianza
Sin prisas y sin la necesidad de tener que correr a un hotel. También esto da una nueva perspectiva de intimidad en que el sexo arrebatado no lo es todo; y aunque en un principio, cualquier sitio de su nuevo hogar será el adecuado para tener relaciones, con el paso del tiempo abrirán las posibilidades de otro tipo de conexión. En caso contrario, si después de esto se dan cuenta que el sexo los define totalmente, igual pueden ir previendo como sería su vida de casados.
7. Flexibilidad
No todas las decisiones son tuyas. No puedes colgar esa pintura sólo porque tú quieres, y tampoco puedes dejarte presionar por el otro si algo no es de su agrado. Deben ir forjando esa unión que a veces cede, a veces ordena; pero que es definitoria por más que desean seguir bajo otros términos. Si esto no es lo tuyo, mejor no te aferres a la idea de un compromiso mayor.
8. Pruebas la rutina
A veces mata, pero a veces ayuda. Crear una rutina entre dos personas que se aman se puede traducir en estabilidad, en confianza y en plenitud; actos hogareños y rutinarios hablan de un buen acoplamiento. Salvo que la idea te mate, vayan ideando una solución o no se perfilen a otros terrenos.
9. Trabajo en equipo
Ese momento en que sabes que todo proyecto personal o profesional tiene sus repercusiones, es único. Entiendes que tus rumbos ya no se deben hacer por tu cuenta y en un sentido egoísta, sino que debes tomar en cuenta al otro y fijar metas que involucren a tu pareja, porque a ti también te gustaría que lo hiciera tu acompañante. Si no puedes establecer retos en compañía, vivir con tu pareja antes de casarse ayudará en ello.
10. Compatibilidad en general
Porque te pueden molestar, de manera sobrehumana, detalles en su persona que ni siquiera imaginabas; puede ser desde la manera en que abre el cartón de leche, hasta los pants que utiliza para dormir. Aquí la respuesta es: o aprendes a amar absolutamente todas sus versiones y presentaciones, o abortas la misión.