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La campaña de Blanca Alcalá resucita

Por Selene Rios Andraca / /

Resucitó, resucitó.

Resucitó, resucitó.

Yeiiii.

En la recta final de la campaña, Blanca Alcalá descubrió la relevancia de su papel como La candidata de oposición y descubrió que su enemigo a vencer tenía nombre y apellido. Yeeii.

Se tardó ocho semanas de campaña, más cuatro de intercampañas, más una de precampaña en descubrirlo, pero lo logró.

Alabado seas Señor.

¿Ya ven? No todo está perdido. Siempre hay una luz que nos indica cómo salir del túnel.

Veamos. 

Lo más padre de las campañas es que terminan y en el final, siempre hay hartas cosas bien bonitas que uno luego no aprecia por la correteadera, por las prisas y por la propia vorágine de los candidatos y sus ocurrencias. Siempre, los candidatos dejan para el final algún show, algún escándalo, un último cañonazo o algo que nos motive a salir a las urnas el día de la elección.

Ustedes han de creer que enloquecí o que mi tratamiento me causa serios desvaríos, pero la verdad mi parte favorita de las campañas siempre son los cierres, esos últimos intentos por convencernos, esas últimas patadas pa salvar el orgullo aunque sea, esos últimos manotazos para dejarle rasguañada la cara al de enfrente. Es lo más divertido de la campaña, sólo por eso vale la pena esperar con paciencia de santo esos días finales que nos arrebatarán una sonora carcajada.

El primero en darse cuenta que el tiempo le cayó encima fue el candidato de Morena, Abraham Quiroz. Así nomás de repente como que se le ocurrió madrear a @RafaMorenoValle, enlistarle sus errores sexenales y subirse a la barca de la simpatía del Peje. Digamos que por obra del espíritu santo, Quiroz comprendió que era un candidato de oposición.

Mi vida. ¿No les dan ganas de irlo a abrazar?

De acuerdo a uno de mis delirios postmediciamentos, si el candidato de Morena hubiera tenido un poco más de sangre en las venas, estoy segura que el señor se estaría peleando el segundo lugar en la contienda.    
Ni hablar, no cuajó. Ya será para el 2018.

Otra que resurgió del final de la hoya fue Roxana Luna. La abanderada del PRD se plantó bien en sus zapatos y le dio un par de cachetadas a Blanca Alcalá por pedirle que declinara a su favor. Pero más allá de sus pleitos, en sus últimos spots, Roxi despertó la cosquilla de votar por ella. Nada mal. No quedará en último lugar y eso ya es ganancia para el lastre que tiene de partido.

Hasta hace unas horas mi candidata favorita era Ana Teresa Aranda. La señora, a pesar de sus desavenencias para su registro y demás, había hecho un papel casi extraordinario en la campaña y en el debate. Yo estaba apuntándome a su lista de fans para votar por ella el próximo cinco de junio, hasta que se aventuró con un spot para criticar la relación entre el gobernador y el candidato Tony Gali.

Ay no. Qué horror. Que alguien me arranque los ojos. Lo único bueno son las pelotas gigantes, el resto es un desperdicio auditivo, social, digital y visual. 

Échenle ojo.  

El spot está dirigido al círculo rojo y aun así, deja muchas dudas en el aire. No, yo tampoco entiendo por qué el “NAP” es afeminado y si eso es algo malo para el interpelado o para las elecciones.

Pero, la cereza en el pastel electoral es Blanca Alcalá. Aplausos. Más aplausos y más. Aunque la candidata del tricolor ande diciendo que soy una descerebrada,  la verdad es que estos últimos días ha hecho las cosas como debió hacerlas hace pinchis 13 semanas.  

Blanca Alcalá requirió toooodas estas semanas de campaña, no para pelear Casa Puebla, sino para comprender que la única manera de jugar al parejo contra el morenovallismo era atacar al gobernador saliente (uf, qué linda palabra) y cada uno de sus errores sexenales.

Blanca Alcalá debió iniciar su campaña contra el morenovallismo desde 2012, porque desde ahí inició su proyecto a Casa Puebla. En aquellos días, la Senadora debió enfilar sus energías para convertirse en la voz de oposición al gobierno morenovallista. Pero no quiso. Se tiró en sus laureles. Dejó que su partido avalara todas las acciones que transforman y hoy el tricolor, salvo Iván Galindo, no tiene una sola voz que tenga la calidad moral para enfrentar a Moreno Valle.

Hace cuatro años, Blanca debió planear su campaña a Casa Puebla ya fuera para 2016 o para el 2018. Debió criticar cualquier cosa criticable del morenovallismo (La Rueda, el agua, el MIB, el Teleférico, los presos políticos, las obras inútiles, la pobreza, puf). Lo que sea. Tenía para escoger. Para colmo de males, la Senadora en lugar de atacar, defendió cuando pudo y donde pudo al morenovallismo. Hasta justificó el MIB y los PPS. Válgame el señor.   

En fin, eso ya fue. La única oportunidad que tenía Blanca eran las 13 malditas semanas de la campaña electoral y la candidata decidió dejar para las últimas dos semanas, los madrazos contra el morenovallismo.

Too late.

Las encuestas tienen a la priista por dos dígitos por debajo de Tony Gali (quien no ha mostrado su final de temporada) y quizá, su nueva estrategia sea bastante tardía. Eso ya lo dirán los números.

La campaña de Blanca resucitó en los últimos segundos, pero parece que ya es muy tarde.

Fue un desperdicio total el pago de 10 millones de pesos al despacho de Hugo Pablo Scherer Castillo para los videos a granel de guerra sucia, que ni le abonaron puntos a Blanca ni minaron a Tony Gali.

Fueron los 10 millones de pesos peor gastados de la campaña.

Ni hablar.

Miau.

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