A Charlie Noonan siempre le interesó el folclor de su país, especialmente en los mitos y supersticiones populares; viajaba seguido por el sur sureste de Estados Unidos recolectando historias y fotos. Eran los años veinte del siglo pasado. Durante sus últimos viajes, Charlie Noonan visitó Louisiana, donde había una comunidad francesa negra, que, se decía, había introducido el vudú.
Pero según Ellie, su esposa, Charlie escuchó la historia de una extraña mujer en Oklahoma. Una mujer que, a decir de los granjeros aledaños, no era tal, sino algo más. Una presencia oscura disfrazada bajo los ropajes de una anciana, siempre acompañada por un enorme perro; para algunos era un pastor alemán, otros debatieron sobre la raza. Lo único claro es que el perro era muy grande, y muy bravo.
Esto, por supuesto, llamó la atención de Charlie Noonan, quien, sin perder tiempo, empacó su cámara fotográfica y se fue a recorrer los caminos rurales de Oklahoma, entrando más y más en el sur, alejándose a cada paso de toda civilización.
Jamás se le volvió a ver.
Tiempo después Ellie Noonan fue contactada por un prestamista de Tulsa quien recordó haber leído acerca de la desaparición de su esposo, después de haber encontrado su nombre grabado en una cámara que le fue vendida por un vendedor ambulante. El prestamista regreso la cámara y así la señora Noonan tomo el rollo para revelarlo, con esperanza encontrar una pista del destino de su esposo. Solo había una foto en el rollo:
Lamentablemente la ubicación de la propiedad ni el nombre del granjero estaban en las notas de Charlie Noonan.