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Todos somos justicieros

Por Edmundo Velázquez / /

Bienvenidos a México.

Ese país en el que queremos justicia pero somos adictos a la corrupción y a la impunidad.

La dicotomía del mexicano es una verdadera locura.

Queremos un sistema penal de primer mundo, pero al primer momento en que nos vemos inmiscuidos en un asunto legal buscamos cuanta artimaña es útil para evadirlo.

Y nos regodeamos cuando nos salimos con la nuestra.

Chingones, nos decimos.

Queremos políticos que rindan cuentas claras pero como ciudadanos no las rendimos.

Lo primero que decimos al reclamar a cualquier entidad de gobierno es que “pagamos impuestos” cuando hace meses no pasamos por el SAT. 

Esto viene a colación ahora que cumple una semana la cacería que han iniciado las autoridades del Estado de México por el llamado Vengador de Toluca.

El sujeto que se deshizo de cuatro ladrones de transporte público y dejó sus cadáveres a la orilla de la México-Toluca.

Ese mismo día, en Aguascalientes, tres mujeres mataron a sartenazos a un ladrón que llevaba una semana fuera de la cárcel y que, intoxicado, reincidió.

Las mujeres fueron puestas en libertad  y la familia del muchacho salió a reclamar ante los medios de comunicación  que por qué lo habían matado, si él no le hacía daño a nadie.

¡Nomás robaba! Pero eso sí: la fiesta la llevaba en paz.

La semana pasada, en Puebla, del jueves 27 de octubre al jueves 3 de noviembre  hubo seis intentos de linchamientos en el estado. Cuatro de ellos en Puebla capital.

Y así podemos seguir con el conteo de la justicia a la mexicana.

Nos quejamos del sistema que no implementa justicia pronta y expedita, pero también instauramos más violencia.

¿Hacer justicia por propia mano es verdadera justicia?

Creo la verdadera forma de justicia inicia con nosotros. Entre nosotros.

¿No quiere pleito con el vecino?

Pues entonces deje la basura de su fraccionamiento donde va.

¿No quiere tener problemas de tráfico?

Respete los señalamientos, a los peatones y otros automovilistas.

¿No le parece la fotomulta?

No exceda la velocidad.

¿No quiere corrupción en el país?

No ofrezca mordida al agente de Tránsito.

Así podemos ser verdaderos justicieros, empezando desde casa.