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Ay Blanquita me dueles en mi corazón… mucho…

Por Selene Rios Andraca / /

Ay Blanquita me dueles en mi corazón… mucho…

Segundos antes que Julianne Moore anunciara al ganador del Óscar a Mejor Actor, me concentré con todas mis fuerzas y la recé a todos los Santos que conozco, que si bien no son muchos y no me sé bien ni sus nombres ni su vida ni su obra, les prometí un montón de cosas que estoy segura les tiene sin cuidado si las cumplo o no, pero lo importante es que estaba tan concentrada con las manos apretadas y sudorosas esperando que Julianne dijera el nombre de Leonardo Dicaprio, que cuando lo soltó y casi se carcajeó al pronunciarlo, entendí que yo no tenía nada que ver con el galardón para el actor, que los Santos a los que les recé tal vez ni existan y que no tenía por qué ir a la Juárez, al Ángel, a la Minerva ni a Unidos por Guerrero a celebrar la presea del actor.

Pensé que la epifanía había estado escondida detrás de ese instante, hasta que recordé que unas horas antes, justo cuando estaba con la expectativa de la unción de Blanca Alcalá como candidata del PRI a la Mini Gubernatura, del discurso de Manlio Fabio, del contenido del discurso, de saber si era el filtrado a Cambio o no, también me concentré con todas mis fuerzas y le recé a todos los Santos que conozco, que ya les expliqué que ni son tantos y ni Santos siquiera—que si la memoria no me falla fueron inventos de mi abuelita Tolla para que ya no me diera miedo la oscuridad, pero esa es otra historia— para que Blanca Alcalá confrontara de una buena vez a Rafael Moreno Valle, a su gobierno, y a su candidato, para que se erigiera de una vez por todas como La Candidata de Oposición al régimen.

Daah.

La abanderada del tricolor se dedicó, en su atropellado discurso —que fue filtrado horas antes, el sonido no servía, su voz se apagó—, a lanzar pedradas al aire, patadas al horizonte, críticas veladas, indirectas contra “El gobierno”.

Creo que el nombre de Rafael Moreno Valle le causa urticaria a mi querida Blanca, porque en lo que va del sexenio —que bendito Dios ya falta menos y que han sido cinco tremendos años— nunca ha tenido ni las ganas ni la intención ni el interés ni la necesidad de confrontar al mandatario que tiene un torrente de errores, pifias y excesos en su andar.

Ese ha sido siempre el problema de Blanca: su ambivalencia. Creo que he discutido ese tema personalmente con ella y siempre me ha dado el avión. Quizá tenga razón en hacerlo, no soy consultora ni entiendo bien las estrategias de comunicación y cuando escucho a un Spin Doctor hablar, me aburro un poco. Sin embargo, sostengo que su ambivalencia le puede salir muy cara en los terrenos políticos y electorales.

Su táctica de “chiflar en la loma” ante lo que sucede a su alrededor ya le pasó la primera factura.La periodista Lydia Cacho no la ha soltado en estas dos semanas, desde que Mario Marín apareció en el registro de su candidatura como uno de los activos más importantes del priismo. En pleno escándalo Marín-Cacho, Blanca guardó silencio.

En lo que va del sexenio, la ex alcaldesa no abrió la boca ni para bostezar. En su paso por el Senado no hizo nada por el caso Chalchihuapan, por la concesión de Agua, por los PPS, por los gastos excesivos o las ocurrencias morenovallistas (ya se las saben). No dijo ni pío, pues. Mientras otros se desgañitaron, ella pasó de largo.

Supongamos que su postura ante el morenovallismo no le pesa ni le resta porque la mayoría de los poblanos que quiere gobernar no se enteró. Okei. La duda que me tiene casi sin comer es: ¿Hoy qué estrategia ejecutará para no confrontar, para no contrastar y para ganarse la preferencia electoral de los resentidos del morenovallismo?

Asu mecha. 

El tiempo de mi querida Blanca de nadar de muertito se agotó. Veo cuatro opciones en su tablero: asumir su papel de candidata de oposición con el riesgo de una victoria con un desgaste irremediable; asumir su papel de candidata de oposición con el riesgo de una derrota con un desgaste irremediable;preparar una derrota con dignidad sin perder un boleto para el 2018 o esperar el milagro de ganar Casa Puebla tirando pedradas al aire.  

Ayer en su unción como candidata, Blanca Alcalá se rehusó a resaltar los yerros del morenovallismo que han lastimado a los poblanos. Apenas los tocó por encima, superficialmente. Con generalidades, sin datos precisos, sin contundencia, sin ejemplos, sin ardor, sin pasión, abordó los feminicidios, la deuda pública, las obras de relumbrón y la inseguridad.

En 2010, cuando Moreno Valle ganó la estafeta del PAN para la Gubernatura, en el Camino Real él y sus simpatizantes panistas corearon al unísono: “¡Fuera Marín, fuera Marín! ¡Ya llegó, ya está aquí el que va a sacar al PRI”. En cada rincón que pisó durante su campaña, Moreno Valle se encargó de marcar su diferencia con Marín Torres, de enfatizar sus errores y sus excesos, y de jurar por todos los Santos —claro como no existen— que él era Diferente al marinismo. —No voy abundar en este tema porque también es otra historia y ya lo he dicho hartas veces—.

El problema es que en el panorama electoral, Alcalá Ruiz es una más. No es la que quiere sacar a Moreno Valle, no es la voz de los ignorados, no es la antimorenovallista, no es la que nada contracorriente. Nomás lanza pedradas para que entienda quién quiera entender y el que no, pues no y ni modos.

Por ejemplo:

Son obras que han comprometido las finanzas de los poblanos por los próximos 30 años… no permitiremos que beneficien las aspiraciones políticas de alguien”.

¿Cuáles obras? ¿Cuáles aspiraciones? ¿Las de quién? ¿Cuál deuda? ¿Habla de los PPS? ¿30 años? ¿No era un Fideicomiso por 50? ¿Quién es “alguien”? ¿Tony? ¿Moreno Valle? ¿Lozano? ¿Marcelo? Wtf.

En resumen: Blanca no comunica.

Todos hablan del desmadre en su búnker, de las traiciones internas, de la salida de Alejandro Armenta, de su discurso desabrido, de su temor a Moreno Valle, de la tirria de pronunciar el nombre del gobernador, de su incapacidad de acusar a Tony Gali con todas sus letras, del problema de logística en su unción y, entre los iniciados, de la supuesta entrega de la plaza de parte del peñismo.  

La campaña aún no inicia y Blanca, en lugar de enfocarse en la #BatallaBlanca, debe ver cómo recomponerse al interior del PRI por sus propios yerros.

1.      Permitir que Mario Marín se apareciera el día del registro y se adueñara del templete.Si bien, el ex gobernador es uno de los principales operadores del priismo (tiene lana, estructura, lana y más lana), debió prever-medir el impacto de su presencia. Debió negociar su permanencia en las tinieblas. 

 

2.      Condenar el uso del helicópteros en la semana que debes recorrer el estado para la precampaña es una locura,un balazo en el pie, un escupitajo hacia el cielo. Blanca debió analizar que ella, en los próximos días, va a utilizar aeronaves para hacer su chamba.

 

3.      Luego de que la periodista Lydia Cacho la acusara de ser cómplice en su tortura y detención, Blanca Alcalá debió responder manera inmediata. Lo hizo casi 24 horas después y de una manera burda: “Yo ni la conozco”. Ora qué es eso. ¿No tiene asesores, pues?

 

4.      Mantener la estrategia de no comunicar nada: las indirectas como método de “crítica” hacia el régimen;la resistencia a abanderar una candidatura de oposición y la tibieza para enfrentar o ya siquiera responder las críticas y los cuestionamientos. Ayer le preguntaron en un noticiero si Armenta Mier ya no era su coordinador de campaña, respondió pura paja, en ningún momento dijo ni sí ni no.

 

5.      La burda salida de decirlo todo en campañas anónimas.Por Dios, ¿qué les hace creer a priistas y morenovallistas que criticarse en spots anónimos es más efectivo que hacerlo cara a cara? Cómprense su kilito de huevos en la tienda de la esquina. Ay sí, yo no se lo digo, que se lo diga un video con la voz del Anticristo.
#Seriedad.

 

6.      La traición en su war-roomque inició con el divorcio del grupo marinista. Alcalá no la tiene sencilla, desde que difundió la carta con “ese señor” que la bloqueó en 2010 para ser la candidata a la gubernatura, se ganó a un enemigo poderoso y adinerado en el interior de su partido. 

La cristalización de la traición de su equipo se evidenció con el video que le tomaron subiendo y bajando del helicóptero—por ciento A-Karamba—, la filtración del material al equipo morenovallista, así como la filtración de su discurso unas horas antes de rendir protesta como candidata.  

 

7.      Finalmente, la negociación de la elección. Ese es tema recurrente en cada proceso electoral y forma parte de las leyendas electorales de todos los rincones de este país. El problema se agranda cuando la candidata es la que lo repite en todos los rincones del estado.

 

En fin, yo tengo palomitas, unos cacahuates con salsa Búfalo y una jarra de agua de jamaica para esperar las campañas y los tropezones de los candidatos.

  

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