Tuesday, 16 de April de 2024

Selene Ríos: Final de Temporada

Por Edmundo Velázquez / /

–No me salen ni las lágrimas–. 

–¿Quieres que llore por ti?–.

–No, hazme reír. Sigue contándome los chismes de la redacción–.

 

 

***

 

Algo pasó en tu casa. 

Algo hicieron muy bien don Chilolo y doña Soco. 

Así como eligieron a conciencia a la Diosa de la Luna para nombrarte, parece que cincelaron tu personalidad: fuerte, irónica, sarcástica, bondadosa, generosa, desprendida. Sí, con un carácter rudo. Pero tu sonrisa lo matizaba. Tu humor negro nos despedazaba en un segundo, te desbaratabas a carcajadas. En la cara. Siempre fue así. 

La hipocresía no era lo tuyo, nunca lo fue. 

Quizá el gran acierto fue que te educaron sin televisión. 

Te educaron con Mafalda. 

Con libros. 

Con tus hermanos; con la planeación y el casi siempre acertado análisis de Arquímedes y el sabio silencio de Irlanda que siempre estaba leyendo todo lo que se pasara frente a ella, desde la caja del cereal, las etiquetas de los enlatados y las novelas de Alejandro Dumas o alguna de Taylor Caldwell. 

Te educaron con la alegría de tus dos hermanos. 

La música de Héroes del Silencio te las presentó Arquímedes 

Tenías la manía de poner repeat a todas las canciones que te gustaban. A veces era a discos enteros. O por lo menos así me soplé por años a Héroes del Silencio, después a Bunbury.

Irlanda siempre te llevó al cine, seguramente fue culpa de ella y de tu sobrina Andrea que te supieras enterito el tema central de La Sirenita. Mil veces imitaste esa escena en que Ariel se trepaba a una roca. También te sentiste Bridget Jones, decías que era igual de torpe que tú.   

Entre los compañeros de la universidad sorprendió la anécdota de cómo un día se descompuso tu tele en Chilpancingo cuando eras niña y entre las ocupaciones de tus padres jamás fue prioridad mandarla a arreglar. 

Gracias a eso carecías de las referencias básicas de cualquier niño que nació en los años 80. 

Pero te hicieron un gran bien.

Aunque  eso no impidió la época en que te volviste adicta a las series del Canal Sony. 

Adorabas Will & Grace. Años después eso evolucionó en tu pasión por Game of Thrones.

Y así, como si tu vida fuera una serie de televisión, en estas fechas de diciembre –antes de agarrar el camión Futura a Chilpancingo de la medianoche, que te encantaba porque despertabas y ya estabas en casa– decías que se venía el final de temporada.

Quién sabe porqué. 

Pero en estas fechas la cosas se ponían buenas. 

Se ponía sabroso el chisme.

Se cerraban círculos, reaparecían personajes para meterle intensidad a la historia. 

Surgían catalizadores, giros sorpresivos y dramáticos momentos. 

Irónico como tu humor, el destino nos regaló el final de temporada en pleno diciembre. 

Nos regaló tu descanso, nos regaló tu eternidad. 

 

***

Por allá del 2002 rentábamos un depa en la 23 Sur y la 5 Poniente.

Ese lugar era genial. Se nos hacía enorme porque no teníamos muebles.

Así que en la primera oportunidad compramos una sala, de esas incomodísimas y de oferta que pasaban ofreciendo en camionetas. No teníamos comedor aún pero ese espacio siempre se usaba para que alguien pusiera bocinas o un estéreo y todos nos tiráramos en la alfombra.

Llegamos ahí a compartirlo con una chica de Tlaxcala que estudiaba medicina y se ponía celosa porque su hermano te veía con deseo reprimido. Nos morimos de la risa el día en que la chica reclamó que te comiste una rebanada de pizza y claro, me echaste la culpa. 

La sala era perfecta para reuniones. Un piso abajo vivían las hermanas Carolina y Claudia Beauregard. “¡Qué brutas! ¡Qué guapas son esas viejas!”, decías. Ellas te presentaron el peine y el maquillaje un día antes del modelo de Naciones Unidas de la UPAEP.  Margarita Argüelles te impuso Estados Unidos como país a defender porque tú, gandalla como siempre, te habías apañado México. Pero esa es otra historia, muy divertida también. 

Ya desde entonces eras muy fan del karaoke y las rolas de Chavela Vargas. 

Un 14 de febrero ofreciste el depa para festejar con la putibanda. La Lizetota no llegó porque se atoró en un botanero. Te dio tanto coraje porque incluso al depa llegó Jimmy Aurioles (¡Cosita!) con su karaoke y lo subimos siete pisos porque el puto elevador no servía. 

Enojada buscaste a a Lia, “La Chata”. 

Todavía usabas un Nokia, un ladrillo.

Ella andaba en otra fiesta y había prometido llegar al depa.

“No, ni madres. Se cancela la fiesta del depa. ¿A dónde estás? ¡Te llevamos el karaoke!”, le dijiste al teléfono.

Tú querías cantar “Paloma negra” y ante el fracaso de la fiesta en el depa armaste el Plan B.

La otra celebración fue en Analco, con Josaphat. 

Yo apenas y lo había tratatado. 

Tú no conocías a nadie. 

Pero como siempre, te valió madre. 

Bajamos siete pisos el karaoke, lo echamos al carro de Jimmy y nos dirigimos a la casa de Josaphat en Analco. 

Irrumpiste en la fiesta muy a tu estilo. 

Jimmy y yo conectamos el karaoke y tú te pusiste a cantar “Paloma negra”. 

Micrófono en mano le echaste desmadre a todos en la fiesta. A todos. 

Entre los dos comenzamos a sacar nuestra rutina de tirarnos caca y evidenciar nuestros momentos más bochornosos. La gente estaba cagada de la risa. 

El anfitrión, Josaphat, llegó a preguntar nervioso:

–Oigan… No tengo dinero. Yo no contraté servicio de animación… ¿Pero cuánto va a ser?.–

Te destornillaste entre las carcajadas.

Tú no estabas actuando.

Tú siempre fuiste así.

 

***

 

Te vas como los grandes, en el mejor de los momentos. 

Mondragón me hizo llorar, te dedicó todo el programa del miércoles. No sé cómo pero puso todos tus gustos musicales. El Buki con su “Si no te hubieras ido” que te echabas en el karaoke. Chavela Vargas, Sabina, Enrique Bunbury… 

Sonó “Lady Blue” y me levanté a escribir esto. 

Ay Gorda.

Qué pasión la tuya. Para todo. 

Qué cariño el tuyo. Para todos, para mí. 

Dania, tu cuñada, te definió como el dulce de tlahuanca que hacen en Olinalá, la tierra de tu mami. 

“Es dulce, pero acidito”, dijo en tu despedida. 

No hay mejor descripción para ti. 

Y así está siendo la despedida. Agridulce. 

Nos ha inundado el cariño de tanta gente que solamente nos impulsa a seguir tu legado.

Ya te extraño, Gorda. Insisto, te vas como los grandes. 

En tu mejor momento. Guapa, reconocida, exitosa. 

Brillante como la luna.

Hoy eres eterna.

 

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