Thursday, 25 de April de 2024

Quién ganó y quién perdió (¿Qué pasó ayer?)

Por Zeus Munive / /

Blanca Alcalá tiene el rictus de seriedad. Así se sube a su camioneta. A unos cuantos metros, René “El Negro” Cisneros acongojado abraza al delegado Cerda, parece que le da el pésame. Las cámaras persiguen a Blanca hasta su auto. La reportera Viridiana Lozano le pregunta cuál es la diferencia entre ella y Tony. La cuestiona sobre el anuncio de su líder nacional, Manlio Fabio Beltrones, en el que reconoce que perdió la elección de Puebla.

Alcalá mira al suelo, segundos antes de subirse a su camioneta blanca. Resopla. No dice nada. A unos metros continúan los “pésames”. Ella se sube, fotógrafos, y camarógrafos están ahí, mientras que el PRI de la 5 Poniente se ha convertido en un negocio de pompas fúnebres. Jorge Estefan Chidiac no puede sonreír. Está afligido. Édgar Chumacero tiene la mirada perdida.

Una derrota es como decirle adiós a la vida. Es como las instrucciones para llorar en donde tienes que verte a ti mismo por dentro y tratar de guardar un compilado de emociones que van desde el odio hasta la apatía pasando por un gran resentimiento. Es tragar saliva. Es un nudo en la garganta en el que el tiempo se detiene y todo lo que te rodea es un teatro que no entiendes, porque sabes que estás perdido.

Así quedó Blanca Alcalá segundos antes de decirle adiós al histórico edificio del PRI de la 5 Poniente, mientras un grupo de priistas a su alrededor sólo la acompañan en este momento fúnebre.

¿Qué pasó ayer? ¿Quién ganó? ¿Quién perdió?

Jorge Estefan Chidiac tendrá ahora que contarse los dedos de las manos en esta gran depresión. Él como presidente del PRI fue el primer gran derrotado junto con Alcalá. Él y no otro usó la campaña para ajustar cuentas personales y se olvidó que su función era dirigir un partido político en campaña.

Estefan siempre ha sido un mito. Fuera de que ha ganado sus procesos electorales en los distritos considerados más priistas, su vida política ha ido en declive, estuvo en la campaña presidencial y terminó como director de una dependencia que es casi un elefante blanco que sólo da bonos del ahorro nacional en el extinto programa En Familia con Chabelo.

Ahora como dirigente priista no tiene cara para pedir, pues se lleva una gran derrota a cuestas.

Blanca Alcalá es la gran perdedora porque ella tenía todo para ganar. Los propios panistas admitían poco antes de arrancar las precampañas que ella podría ganarles por ser mujer, por su imagen que no tenía mancha alguna, por su discurso ambivalente, porque era como patear a un cachorrito.

Al final Blanca Alcalá se fue con la imagen de la priista corrupta, con negocios construidos al amparo del poder, como una mujer que oculta sus ilegalidades en una imagen limpia. Blanca quedó manchada por el velo de la corrupción y ya será difícil que se levante de esto. Seguramente regresará al Senado porque la casa nunca pierde, pero estará en el muro de la ignominia.

Alcalá siempre se cegó de su soberbia porque confiaba en exceso de que ella tenía suerte, de que a ella siempre le tocaba, porque nunca hizo una buena campaña, no tuvo discurso, metas, objetivos. Jamás hizo un análisis de fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades. Ella siempre se confió. Hizo todo al ahí se va. Nunca planeó y demostró ser una pésima líder.

Pecó de soberbia. Actuó como si ella tuviera el poder y jamás analizó que su papel era ser opositora. Cuando quiso enfrentar a sus dos enemigos (Rafael Moreno Valle, Tony Gali) fue demasiado tarde, ya había terminado la elección. La falta de construcción de un discurso sólido la llevó al cementerio de los elefantes.

Eso sin mencionar su relación con Mario Marín, sus declaraciones contradictorias y un largo etcétera.

Según el periodista Arturo Rueda otro gran perdedor es Emilio Gamboa Patrón, porque él era el jefe político de Estefan y Alcalá. Al perder Puebla, Gamboa queda como una mala caricatura de un político que sólo sabe de marrullerías.

Otro gran perdedor fue Alejandro Armenta. Sí, Armenta que él perdió la cabeza en todo el proceso electoral. Su papel de coordinador de campaña quedó reducido al de un payaso de circo pobre, de esos que por más payasadas que haga no es capaz ni siquiera de lograr una carcajada.

Armenta pensó que con su trabajo haría su propia campaña para el 2018, pero los priistas no olvidarán que sus ocurrencias no sirvieron de nada, sólo terminaron confrontando más a los priistas.

Ahí están los cuatro jinetes del Apocalipsis. Los que provocaron la caída, la gran caída del PRI. A partir de hoy comenzará la guerra interna, las acusaciones, los traidores a salir, el problema es que esa agenda hundirá más al priismo.

Lo que ocurrió ayer fue la muerte al proyecto político del grupo que dirigía Chidiac en el que hasta periodistas están metidos en él.  A partir de hoy, el PRI entrará en una guerra interna en la que saldrá todo tipo de estiércol. Se destaparán las cloacas, porque ninguno de los que están ahí admitirán que perdieron, buscarán de responsables a los Doger, a los Lastiri, a los Zavala, a los Merino, incluso a los Marín.

Y estos se defenderán y acusarán a estos cuatro jinetes del Apocalipsis. Esto va a ser un estercolero. Al final de cuentas quien perdió fue Blanca y nada más que Blanca porque ella vivió engañada por ella misma. A ella no la engañaron. Ella vivía en una realidad alterna donde todo era blanco y en donde con su actitud podría ganar una batalla. No quiso ver la realidad. Vivió su propia realidad que está totalmente ajena.

Pobre Blanca va a pasar mucho tiempo para que entienda que ella fue la única responsable de haber perdido la elección. Los otros tres jinetes son unos chacales que no tardarán en traicionarla y dejarla sola, sino es que ya lo hicieron.

Esto apenas comienza.

¿Quién ganó?

Todo mundo apunta hacia Casa Puebla. Rafael Moreno Valle logró romper con la cadena de “Gobernador no pone gobernador”. Desde Rafael Ávila Camacho quien impuso a Fausto M. Ortega no se había dado este fenómeno en Puebla.

Rafael Moreno Valle ya tiene boleto para la precandidatura a la Presidencia. Falta que entre, ahora sí, a la guerra de a de veras y que gane esa contienda. Falta. Falta que no le gane la soberbia, que ponga los pies en la tierra y no vuele. Es difícil porque este es su último año de gobierno y el poder es cabrón.

Moreno Valle ganó credibilidad y legitimidad con la elección de ayer. El poder sobre eso se sustenta. Ayer lo obtuvo y cinco años de críticas se terminaron con esta ratificación a su mandato, pues después de todo, una elección es un plebiscito a su gobierno. Ganó la continuidad, por más rafafóbicos en redes sociales con discursos de odios.

En términos más pragmáticos: se los chingó.

En segundo o en primer lugar, quien ganó es Tony Gali. Logró imponerse a pesar de que al inicio de la contienda los números fueron adversos. Él fue el protagonista, él no se equivocó. Siguió el manual. No se deslindó de Moreno Valle, aguantó vara a las acusaciones, incluso, contra su familia.

Tony Gali fue leal al proyecto al cual pertenece y cumplió. Entregó buenas cuentas y él sabrá quién le fue leal y quién no. Quién gana y quien pierde es quien contiende, así que él fue el gran ganador de esta elección, aunque su periodo de gobierno sea muy breve, pero lo logró y nunca se agachó.

Los otros triunfadores podríamos mencionar a Eukid Castañón, quien en esta ocasión mantuvo un perfil bajo pero operó a favor de Gali. Marcelo García Almaguer que como delegado del CEN operó una parte de medios y otra parte de la estructura. En tercer lugar estaría Javier Lozano quien aguantó los chingadazos y se subió al ring a acomodar.

La diferencia de la campaña entre Blanca y Gali fue que en la del panista había orden, no existía duplicidad de funciones y cada quien fue responsable de sus tareas asignadas. Un tema muy de administración, parece sencillo, pero ya vimos que no.

Los demás operadores de Gali ganaron pero ellos eran la mano del gobernador. Al final aquí solo son dos triunfadores, el gobernador y Gali. Se mantiene en el estado un proyecto político por dos años más.

Lo que ocurra en el 2018 ya será otra historia y es mejor aún no futurear porque aunque es poco tiempo, falta mucho y eso será tema de otras columnas.

Mientras nos quedamos con la imagen de una Blanca Alcalá cabizbaja, aguantando el dolor, tragando saliva, resoplando, hundiéndose internamente al ver pasar su derrota, mientras a unos escasos metros los priistas se abrazan como dándose el pésame.

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