Friday, 19 de April de 2024

Ni preciosa ni bonita ni perdida: Blanca Alcalá

Por Zeus Munive / /

 

La esquizofrenia  es un diagnóstico psiquiátrico que se utiliza para personas con un grupo de trastornos mentales crónicos y graves, caracterizado a menudo por conductas que resultan anómalas para la comunidad, falta de percepción de la realidad, alteraciones en la percepción o en la expresión de la alteración de la realidad.

 

Dice Blanca Alcalá que ella no perdió, que perdió Puebla.

 Válgame San Cuilmas Petatero.

 Ahora resulta que los poblanos perdimos porque ella nomás no ganó.

 Blanca Alcalá sufre de delirium tremens 

Desde el inicio de la contienda, la señora Alcalá comenzó a vivir en una realidad alterna. En un mundo paralelo. Ella aseguraba que nos liberaría del opresor, del tirano. Juraba que ganaría y veía con malos ojos a todos aquellos que no le quisieron apostar (económicamente) a su campaña. Eran sus enemigos.

Blanca Alcalá salió a denunciar una elección de Estado pero se le olvidó que estos comicios los apadrinó en un origen el presidente Peña Nieto, pues durante la inauguración del Hospital del Niño Poblano, en enero pasado, Peña vino a destapar a la senadora. Se puso su chaleco rojo y le dijo al gobernador Moreno Valle: “vamos a una contienda limpia”. Con eso dejó en claro quién era su candidata.

Un detalle más: fue la única abanderada del PRI que fue destapada por el presidente de la República.

Blanca Alcalá  creyó sus  propias mentiras sobre  que no era dueña de una gasolinera, 41  casas blancas y sus departamentos de La Noria. Creyó ciegamente que ese dinero que obtuvo de manera inexplicable -tanto ella como su yerno Edgar Chumacero- en su administración fue obtenida de manera lícita.

Creyó también que Mario Marín no la apoyaba, aunque la verdad sí. Dijo ciegamente que Lidya Cacho: “esa señora ni la conozco”,  y de veras pensó Alcalá que la periodista era una desconocida.

Pagó por salir en la portada de Rostros y en su realidad Lidya Cacho escribió “Soy Malala” en vez de Malala. En ese universo que visita la candidata bajo los efectos de la esquizofrenia, cual Betty Davis en la película “¿Qué pasó con Babe Jane?”, si alguien escribe “Soy Malala” seguro lo debe firmar otro personaje.

Pagó, insisto, por salir en la portada de Rostros y acusó a la administración estatal por anunciarse en revistas.

Unos días antes de la elección todavía decía que ella iba a ganar  “y yo liberaré de la tiranía a Puebla”,  pero una vez que fue la peor candidata salió a decir públicamente: “yo no perdí, perdió Puebla”.

Para los que observamos los resultados nuestra conclusión fue que el PRI perdió la elección. El PRI perdió la oportunidad para llegar a Casa Puebla. El PRI perdió con la peor candidata a la gubernatura de Puebla. El PRI perdió el rumbo.

Está claro que Blanca no solo perdió la elección, sino la cabeza. Su soberbia es tal que no puede ver la realidad. Lo grave es que está arrastrando a todo su partido y que sus actuales dirigentes: Cerda, Estefan y Armenta alimentan esa locura, esa esquizofrenia, esa disociación de la realidad 

No se dan cuenta que en vez de ganar electores, pierden.

Blanca debería irse de vacaciones a la montaña. No está bien de sus pensamientos. Están hundiendo cada vez más al PRI en la medida que no acepten su realidad, sigan denunciando elecciones de Estado y fumando quién sabe qué cosas.

El PRI está en su peor momento y nadie lo quiere reconocer.

Blanca Alcalá ahora no solo no es preciosa, no es pantalla, no es bonita, ahora no es –como ella asegura- perdedora.

Que alguien le diga la verdad.

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