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La pesadilla de todo padre

Por Edmundo Velázquez / /

¿Usted enviaría a su hija a estudiar a Puebla?

Me van a decir exagerado, alarmista y azotado.

Pero me ha tocado escuchar a algunos universitario (de la BUAP, incorporadas y privadas) para los cuales el tema de los feminicidios comienza a ser una preocupación para aquellos padres de familia de distintos Estados que han enviado a Puebla a sus hijas.

Recién me tocó escuchar una plática entre universitarias que comentaban sobre el caso más sonado recientemente, el de Tania Verónica Luna.

Tania, a sus 21 años ya era una destacada especialista en temas de género.  Irónicamente.

Provenía de Veracruz y cursaba el quinto semestre de Sociología de la BUAP.

Recién había presentado a concurso una ponencia para presentarse en el XV Congreso de la Asociación Centroamericana de Sociología en Managua, Nicaragua. Y logró un espacio.

El caso de Tania se volvió tema entre muchas universitarias.

“Si mis papás se enteran cómo está el tema en Puebla, me regresan”, escuché decir a una alumna de Oaxaca.

Algo así ocurrió en la década de finales de los años noventa y principios del 2000, cuando el entonces Distrito Federal vivía el estigma de ser una de las ciudades más peligrosas el país.

Los padres de familia preferían mandar a sus hijos universitarios a cualquier punto de México, menos a Distrito Federal. 

Puebla es una de las ciudades con mayor presencia de universdades, y cuenta con una población alta de alumnos provenientes de Estados del sureste como Veracruz, Oaxaca, Chiapas y Tabasco; de zonas centrales como Morelos, el Estado de México y hasta de la Ciudad de México y hasta del norte como Nuevo León, Chihuahua y Tamaulipas.

Por un tiempo, Puebla fue prácticamente un paraíso. Un lugar tranquilo en donde cualquier estudiante podía encontrar buenas opciones educativas con calidad de vida.

Sin embargo, en últimos años, hemos visto que el crimen organizado ya se plantó en el Estado a través del robo de hidrocarburo y la trata de personas.

Y la violencia no para. La violencia se ha vuelto pan de cada día y crímenes como los feminicidios son cada vez más visibles.

No es que no existieran antes, es que con su tipificación y especial seguimiento desde los medios de comunicación se han vuelto más identificables y, por supuesto, preocupan.

El buen manejo de imagen de la marca Puebla a nivel nacional ha levantado un poco la percepción nacional del Estado.

Al fin y al cabo, el gobernador Rafael Moreno Valle estuvo en campaña durante todo el sexenio, y el catapultar a Puebla como un destino turístico seguro, moderno y llamativo, también tuvo su propio arrastre entre aquellos que buscaron opciones educativas.

El problema es que una cosa es ver Puebla desde dentro, ya sin tanta proyección, con los problemas del día a día.

Y uno de esos es la percepción de inseguridad que tenemos, y que ha crecido.

Sabemos bien que esto no lo puede detener el Gobierno del Estado, ni el gobernador va a estar detrás de cada una de las chicas cuidándolas del novio o de cuanto peligro las aceche.

No se puede reclamar al gobierno por un feminicidio. Pero sí se puede objetar la pasividad en nuestras instituciones que han convivido con el problema desde años atrás y que, hasta la fecha, no exista una campaña efectiva para informar, prevenir o disuadir del crimen.

El gobierno sí puede incidir en generar un estado más seguro, sí puede promover políticas públicas que incurran en temas de seguridad, sí puede cambiar el marco legal.

Son 64, al menos, los casos de feminicidio que se han podido registrar en la prensa durante el 2016.

Tania Luna es el sexto caso de una universitaria de la BUAP asesinada en nuestro estado.

Los cinco casos restantes, Aracely Vázquez Barranco, María José Feliciano Romero, Nayeli Sosa Romero, Iraís Ortega Pérez e Isarve Cano Vargas, todas estudiantes de la máxima casa de estudios en Puebla que  tampoco pasan al olvido.

Si uno conoce estas cifras de Puebla, ¿enviaría a su hija a estudiar aquí?