Thursday, 25 de April de 2024

El drama priista

Por Zeus Munive / /

Los priistas están tristes. No están convencidos que en el 2016 puedan ganar el proceso electoral. Dicen con la mirada al suelo “todo esto ya está negociado” y ven posibilidades reales hasta el 2018. 

Los priistas están decepcionados. La autoestima, otra vez, cayó al suelo. Se les ve. Se les nota. Tanta incertidumbre les provoca dolor de cabeza. Saben que la candidata favorita para Casa Puebla es Blanca Alcalá –No sabemos a ciencia cierta por qué. Nos lo imaginamos- y eso porque es la más protegida por los grupos de poder y por periodistas locales. 

Los priistas están deprimidos. Saben que la federación envió un buen cargamento de dinero para Puebla. Y ese es el mensaje que estaban esperando en un año electoral. 

Los priistas están confundidos. Hay dos PRI: el primero el de la Presidencia de la República y todo el grupo de los mexiquenses. El segundo el de Manlio Fabio Beltrones, los gobernadores y la Numenklatura. El primer PRI quiere una sucesión presidencial tersa y mantiene buena relación con Rafael Moreno Valle. Lo tienen en su radar como un aliado a su gobierno. El segundo PRI el de Manlio, es un priismo que tratará de dar un golpe de estado.

Al priismo de los mexiquenses no les importa perder Puebla. Al de Manlio Fabio sí les preocupa la plaza y los demás estados, opinan sus correligionarios aquí en la aldea.  

Los priistas están meditabundos. Patean botes con las manos en los bolsillos. Y lo aseguran: “ya se perdió Puebla, otra vez”. Y no lo dice uno solo. Lo dicen varios y de diferentes grupos. 

Los priistas están divididos. Aunque lo nieguen. No se pondrán de acuerdo tan fácil como parece. Habrá berrinches. Habrá traiciones. Habrá golpes bajos.  

Los priistas están comprados. Muchos han sido beneficiarios de la actual administración estatal y muchos tienen miedo. Actúan como perseguidos. Extraños. Sin rumbo. La falta del “Gran Tlatoani” en su estructura los deja huérfanos caminando como zombies.

Los priistas están desconfiados. “No sabemos de dónde va a venir la lana, ya no para movilizar, sino para cuidar casillas. Nos van a meter goles en las casillas”, dicen compungidos. 

Los priistas perdieron la confianza que traían después del reciente proceso electoral federal. Se pican los ojos mientras esperan que salga el ungido. Están nerviosos. Ansiosos. Preocupados. Quieren trabajo. Quieren volver a sentir el sabor del presupuesto. Quieren bañarse en el erario. No obstante, esa estrella se les está apagando por lo que ellos mismos dicen. 

Los priistas se sienten traicionados por su presidente. Ven a un Peña Nieto lejano. Envuelto en escándalos y dispuesto a negociar con Margarita Zavala para evitar que arribe Andrés Manuel López Obrador.

Los priistas tragan sapos sin hacer gestos. Se quejan, se enojan, protestan pero no hay alguien que se atreva a decir “esta boca es mía”.  Se agotan. Se cansan. La zanahoria que les pusieron sienten que no la van a alcanzar.

Los priistas están con el alma en un hilo. Mientras no elijan al abanderado. La estructura comenzará a pulverizarse y podría, en un momento dado, comenzar a buscar al candidato del PAN.  

Ante todo esto, ¿quién ganará el PRI de Peña y los mexiquenses o el PRI de Manlio y la numenklatura?  

Que se abran las apuestas.

 

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