Wednesday, 24 de April de 2024

¡Bravo, idiotas!

Por Zeus Munive / /

Flaco favor le hacen los priistas como Alejandro Armenta Mier y el nuevo presidente estatal del PRI a su candidata a la gubernatura Blanca Alcalá Ruiz. Flaco favor le hacen las mujeres priistas al acusar a la periodista Lydia Cacho, pues la escritora tiene más credibilidad que las priistas que han sido cómplices de la corrupción y los excesos del poder por eones. 

¿A quién se le ocurre decirle en Twitter a Lydia Cacho “yo a usted ni la conozco”? 

Es la campaña de la soberbia. Es la campaña de sentir que tienen el poder y de no darse cuenta que son oposición a nivel estatal y que como oposición su meta es conseguir votos para que su partido gane. 

No, al parecer su fin es otro, porque así lo han demostrado sus actitudes recientes. 

¿A quién demonios se le ocurre judicializar sus escándalos en la víspera de la campaña electoral? La respuesta es a Alejandro Armenta Mier.  Mier en su ánimo protagónico presentó sendas denuncias penales contra los periodistas Arturo Rueda y Mario Alberto Mejía (directores de los periódicos Cambio y 24 horas, respectivamente). 

A ver, a ver, no se trata de tirarse al piso por el tema de la libertad de expresión y demás choro. Esto va más allá. Además de que son ridículas y sin fundamento las denuncias de Armenta, ponen en evidencia algo que para muchos ya había quedado en el olvido: el estilo marinista de gobernar. 

Quizá ya se les olvidó pero cuando Mario Marín fue gobernador todos los temas de comunicación los arreglaba de dos formas: con dinero o con denuncias. Cuando inició su gobierno, fueron varios los periodistas que fuimos denunciados. En lo personal fui acusado por un constructor que por cierto ya ha estado varias veces en la cárcel y fue enviado por Mario Marín, Javier López Zavala y aconsejado por el director del diario más marinista en esa época, ustedes saben bien quién es. 

Pero no me voy  a poner de ególatra, eso es lo de menos, recuerdo que también los periodistas Selene Ríos y Mario Alberto Mejía, en el 2005, fueron denunciados por el grupo parlamentario del PRI (en su conjunto) por órdenes de Mario Marín. 

El caso más escandaloso por supuesto fue el encarcelamiento de Lydia Cacho, en el que Marín usó toda la estructura gubernamental y sus poderes metaconstitucionales para afectar a la escritora en el ánimo de quedar bien con su amigo Kamel Nacif quien protegía al líder de una red de pederastas y productor de pornografía infantil, Jean Succar Kuri. 

Y si bien pareciera que los marinistas ya se bajaron del tren de Blanca Alcalá, su estilo personal de gobernar, no. A Marín lo traen sellado en la frente. Es su estigma.

Armenta puso en evidencia que de ganar la senadora con licencia, todo se arreglará en la barandilla. Se trata de humillar a las voces discordantes, a quienes opinen distinto,  a quienes no coincidan con su majestad el PRI.

Insisto, no es el trillado tema de quemarse las vestiduras por la libertad de expresión. Son muchas aristas: Armenta y Jorge Estefan (quien festejó las denuncias penales, en conferencia de prensa) demostraron que son peores que la actual administración estatal. Voy al punto: acusan al gobernador de represor, pero ellos quieren reprimir a la prensa. ¿Quieren ver periodistas en la cárcel y denuncian presos políticos? A caso no es incongruente. 

Por favor: como diría el clásico del twitter: #Nomamar. 

Otro punto que ponen en evidencia es el abuso de poder. Alejandro Armenta es diputado federal y presenta dos denuncias contra ciudadanos. Armenta tiene fuero, los periodistas, no. Armenta gana una dieta y comisiones que van arriba de los 130 mil pesos mensuales. Los periodistas que yo sepa (y perdón porque puedo sonar muy ingenuo) no ganan eso al mes. Como la denuncia la hace el coordinador de la campaña de Alcalá ¿Se va a cuantificar como gastos de campaña?

Hago un paréntesis: (Disculpen ustedes, pero desde que se presentó la denuncia descubrimos que Alejandro Armenta tiene moral y que fue dañada. ¿A caso perdió un negocio? Bueno, disculpen ustedes a este columnista por dudar que tenga moral un diputado federal priista. Eso no lo sabía). Cierro paréntesis. 

Armenta fue muy soldadito a presentar su denuncia ante un subdirector de la PGR. ¿Y eso para qué? Sencillo, para demostrar que trae todo el Power y que desde La Secretaría de Gobernación lo respaldan. Ya ven que él presume de ser cuatito de Osorio Chong.

Pero lo que no se dan cuenta es que en vez de ganar adeptos, generan enconos. Es cierto que hay traidores en el equipo de Alcalá. Eso ya lo sabíamos desde antes de los escándalos, pero si Alcalá se pone ahorita a hacer cacería de brujas en una campaña que dura dos cortos meses, no le dará tiempo. 

La misión de los priistas es convencer al voto switcher, no andar enfrascándose con dos periodistas y con los que opinen en contra del PRI. Es una estupidez generar enconos. Es una cerrazón mental. Están en una contienda cerrada y se ponen a pelearse. 

Los priistas andan como gallinas descabezadas, corriendo de un lado a otro. Tienen una candidata que tiene un discurso ambiguo, que carece de estructura, de estrategia de liderazgo y se ponen a pelearse con actores que no son más que periodistas. 

No maten al mensajero. 

Verdaderamente, necesitan ir en semana santa a Catemaco por una limpia y varios amarres. Pobre Blanca tan cerca de la batalla pero tan lejos de Casa Puebla. Y son sus estrategias y sus movimientos los que están provocando esto. Es una cadena de errores. Y todo por su soberbia, por no darse cuenta donde están parados, ver quiénes son y a dónde van.

Armenta lo hizo de motu proprio y no me consta que él haya filtrado el discurso de la senadora, pero lo que sí me consta es que Alcalá se ha quedado (para variar) calladita. No dice absolutamente nada, como es su estilo, mientras su barco comienza a quemarse. 

Cada campaña es distinta, pero créanme todas las elecciones no se gana con odios. 

Si lo que busca Jorge Estefan Chidiac y Alejandro Armenta es amedrentar a la prensa. Mal muy mal. Si lo que buscan es afectar a su candidata, van por buen camino.

Lo escribiré lo más políticamente correcto: Van muy bien 

¡Bravo, idiotas!

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