25 de Abril del 2024

Aderezo para los sueños

Por Rolando Ochoa Cáceres / /
Aderezo para los sueños
Foto: Especial

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Me parece que la historia de vida del chef, Grant Achatz, no es poca cosa. No únicamente es uno de los chefs de mayor reconocimiento mundial, es considerado el mejor en Estados Unidos; su restaurante, Alinea, ocupó incluso el 6to lugar dentro del ranking de los mejores restaurantes del mundo.

Grant Achatz también ha creado una filosofía de la cocina, su técnica ha explorado el virtuosismo gastronómico y sus platillos son distinguidos por ser obras de arte que resumen una mente en constante movimiento.

En el 2008 le diagnosticaron cáncer de lengua y le dieron un periodo cercano a dos años de vida. Decidió que no se le amputaría la lengua. Con Alinea había alcanzado el sueño de su vida y el cáncer le anunciaba también el desvanecimiento de aquél anhelo.

Se sometió a radioterapia y quimioterapia en un programa experimental en la Universidad de Chicago y fue entonces cuando perdió totalmente el sentido del gusto. La tragedia se colocaba por encima del sueño. Achatz, en el capítulo que le dedicó Netflix en la serie Chef´s Table, narra aquellos momentos en los que se daba cuenta que estaba perdiendo el sentido del gusto. Indicaba que los platillos debían de tener más sal y sus compañeros de trabajo le decían que tenía suficiente. El cáncer le despojaba de la base de su profesión, de su sueño. Achatz, en vez de retirarse con el logro obtenido y refugiarse en otros caminos, decidió continuar con aquello que se había casado desde niño. Comenzó a cocinar sin probar, la mente era su instrumento y el parámetro indudable de su virtuosismo. Con el tiempo, fue recuperando el sentido del gusto y el sueño continuaba creciendo con matices de supremacía, de admiración. Grant Achatz, puede pensarse, es una especie de Beethoven en la cocina. Un genio de este siglo que abraza la vida.

Esta, como otras historias, nos ayudan a reflexionar y a pensar en todo aquello a lo que hemos renunciado cuando han ocurrido ciertos cambios en nuestra vida.

De alguna manera hemos construido sueños y deseos que deseamos alcanzar pero pocas veces nos preguntamos qué tanto estamos dispuestos a caminar, a soportar, a hacer, a crear, para alcanzarlos. Solemos renunciar porque nos han dicho unas cuántas veces “no” y tras eso, nos creamos una vida de negación de deseos y nos sumamos a lo mínimo.

Grant Achatz ,como muchos otros, jamás pensó en renunciar a aquello que lo mantenía con vida, jamás pensó renunciar a aquello que desde niño anhelaba, jamás pensó en renunciarse a sí mismo, jamás pensó en decirse todos los días “no”.

Puede sonar muy romántico e idealista pero ¿por qué personas como él sí han podido alcanzar sus sueños y otros no?

Muchas veces achacamos nuestra frustración a la suerte, a Dios, a la sociedad, a los políticos, a las parejas, a la familia, cuando en realidad uno mismo es quien decide el rumbo a tomar. Solemos decidir, principalmente, por el camino más cómodo, el camino que no saque nuestros miedos, el camino que no nos haga enfrentarnos al “no”. Cuando aceptamos el “no” también aceptamos la fractura de nuestros anhelos, de nuestras pretensiones y nuestro alrededor no sólo se torna gris, también rutinario, engañoso.

Creo que la cuestión está en reconocer qué estamos dispuestos a hacer para alcanzar eso que deseamos, qué estamos dispuestos a vivir.

Todos los días, cuando despierto, pienso que tengo un sólo momento en este mundo para realizar aquello que amo, para ser, para vivir. Pienso que el único límite que tengo no es otro más que la muerte misma y que nunca es ni será demasiado tarde para comenzar a trabajar por eso que deseo, que sueño siempre.

Vidas como la de Achatz son vidas que jamás aceptaron el “no” aun cuando la tragedia se depositó en sus vidas y eso no es lo único que tienen en común, más allá, comparten la importancia de la perseverancia, del trabajo diario y apasionado, de las ganas de vivir gracias a la energía de sus sueños.

Soñar también es ser verdadero, ser único y todo es fielmente alcanzable en la medida en la que deseamos, en la medida en la que trabajamos, en la medida en que luchamos.

Aceptar el “no” es negarnos, negar nuestra vida y nadie en este mundo merece vivir renunciando al destino que sueña. Soñar es la narrativa interna que solemos negar.

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