20 de Abril del 2024

No envidie, mejor sueñe

Por Rolando Ochoa Cáceres / /

panza identifi

Había tocado fondo. Estaba sumamente encapsulado por los vicios y por el peor sentimiento que puede existir: la envidia.

Durante muchos años detuve mi vida a voluntad y eso fue, por mucho, lo peor que pude haberme hecho. Nunca había entendido el por qué, después de haber sido un alumno puntual y con un sugerente futuro, una buena persona y el novio modelo, no encontraba oportunidad por ningún lado. 

Había caído en la pesadilla de ser observador de la vida de los demás desde la amargura y desde los pensamientos como “por qué ellos logran cosas fascinantes y yo estoy detenido”.

Durante muchos años escuché incontables veces la frase “eres el mejor” o “estás para ser mejor que cualquiera” o “nadie debe hacerlo mejor que tú” y un grande etcétera. Tanto mi familia, escuela, amigos y pareja, tenían expectativas altísimas sobre mí e incluso, de alguna manera, ya tenían diseñada desde su imaginación mi vida. Así que cuando fui cayendo lentamente, también fueron cayendo las expectativas. Meses después de haber concluido la carrera me encontraba en el desempleo total y sin ninguna oportunidad palpable. Recuerdo que mi sonrisa se convirtió en un rostro completamente amargo. Dejé de hacer lo que me gustaba hacer. Abandoné la escritura y cuando se me veía por las tardes leer se me enjuiciaba letalmente “deberías de estar en la calle buscando una vida en vez de estar leyendo sin vida alguna”. Esto me lo decían sin saber que yo ya había dejado una buena cantidad posible de currículums tanto en lugares prodigiosos como en lugares insospechados.

Así que mientras yo veía en Facebook a mis compañeros de universidad y amigos de la preparatoria teniendo vidas formidables, con viajes, logros, reconocimientos y una vida altamente productiva, yo posteaba frases de Benedetti o de Borges, ponía algún video de 30 seconds to mars y revisaba mi correo con nulas ofertas sin contar los lamentables mensajes que me escribía mi pareja de aquellos ayeres y su insistente expectativa.

Y sí, mientras todos disfrutaban de sus carreras maravillosas y sus trabajos insospechadamente mágicos y fabulosos, yo tenía entrevistas tan deplorables como locutor de una radio por internet en la que tenía que hablar cien por ciento de sexo y lo más bonito del asunto era que tenía que conseguir patrocinadores y pagarles a los de la supuesta estación el “espacio que se me asignaba”. Obviamente rechacé la sugerente y miserable oferta.

Uno más absurdo: fui camarógrafo sin goce de pago para un programa de televisión local en el que se entrevistaba a la gente de la socialité, o sea, veía el mundo de los exitosos desde mi fracaso sin goce de sueldo y no sólo eso, también lo grababa y daba las gracias. Estuve con ese terrible grupo de personas unos cuantos meses y cuando les pedí una carta de recomendación (por lo menos) me citaron a cierta hora y de repente no había nadie, esperé horas y desaparecieron totalmente. Hablé por teléfono con la chica que era como una especie de administradora y se limitó a decirme que me hablaría la siguiente semana para darme la carta. Obviamente nunca me llamó y tampoco hice el intento por obtener tan “honorable” carta de recomendación.

Después pude entrar en programas de radio am y de televisión pero sucedía que la vida de freelance era más bien una especie de entrega voluntariamente obligada de tiempo y se nos pagaba cuando el sistema ya tenía el dinero suficiente para pagarnos.

Así que mientras mis conocidos ya compraban sus casas o sus coches o se casaban o mostraban sus nuevas adquisiciones, yo sacaba de mi tarjeta cierta cantidad para dársela al contador y luego darle mis impuestos al gobierno y quedarme con una cantidad que me servía para cositas de renta, comida y transporte… y de ahorro pues nula situación.

Y sin embargo, tras ver a mi novia de aquél tiempo tan desesperada de que no cumplía yo sus expectativas y saber a mis padres en la desesperación de verme como el “único hijo al que no se le ve futuro” decidí hacerle caso a mi corazón por muy cursi que se lea.

Renuncié a la televisora (sin cobrar, me pagaron como seis meses después lo cuál, implicaba más impuestos porque el pago lo hicieron de golpe) y mi novia de aquellos ayeres me preguntó sobre mi decisión. Le dije que quería ser profesor de literatura y ella me dijo, bien lo recuerdo, que mejor me quedara en el departamento y que ella me mantenía. Tan poca cosa me creía y al mes nos separamos y su frase fue “porque quiero un hombre de verdad”.

Así que mientras mis amigos y conocidos se casaban, presumían sus pasaportes y sus ganancias, yo tenía una novia que me quería mantener porque no creía en mi futuro como profesor de literatura.

Habían pasado muchos años para llegar a esa decisión y me sostuve. Un amigo me invitó para comenzar en el ámbito académico e inmediatamente tras unos ahorros y con el apoyo de mis padres, ingresé a la maestría en letras.

Llevo más de 6 años siendo profesor y lo más lindo es que llevo únicamente uno y medio como profesor de literatura. He dado clases de política, ciencias sociales, metodología, pensamiento crítico, inglés y hasta hace poco, de literatura.

Así que mientras mis amigos y conocidos ya recorrieron el mundo, han ido a todos los conciertos a los que yo añoré ir, tienen unas bodas impresionantes y unos hijos maravillosos, yo apenas me estoy dando cuenta de que durante toda mi vida siempre he sido un ser privilegiado pero se me hacía más fácil culpar al mundo y a la vida en vez de enfrentar mi decisión y sostenerme en la valentía.

Lo digo porque durante la carrera (estudié comunicación y la pasé hasta con mención honorífica) prefería quedarme a leer en mi departamento que ir a clase, prefería escribir y compartir mis escritos con otros amigos (que no estaban en la universidad en la que estudiaba) en vez de escuchar al maestro que estaba ahí enfrente de todos sin pasión alguna. Porque estudié algo que en realidad no me convencía del todo porque en el camino siempre me convenció la literatura y la vida de profesor pero ¿de qué vive la gente que lee o que escribe? ¿de qué vive la gente que da clase? Pues de lo mismo que todos.

Me fue difícil salir de aquél ciclo de desesperación. Cumplir expectativas de otros es, probablemente, un salto al abismo y el vivir desde la envidia solo conlleva a las peores pesadillas.

Me arrepiento demasiado de aquellos ayeres de desempleo y de envidia, de necedad por no hacerme caso y me costaron situaciones extremas  para darme cuenta de que siempre, siempre, hay que apostarle a nuestros mensajes interiores.

Así que ahora que veo a mis amigos y conocidos y desconocidos con vidas formidables no sólo les aplaudo y se los celebro, les admiro por la valentía de seguir sus sueños y de ser necios y recelosos con ellos mismos y les agradezco infinitamente el mensaje que me dieron desde siempre.

Es sumamente más lindo y hermoso vivir nuestros sueños que envidiar los de otros. Y sí, ¡viva la vida!

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