25 de Abril del 2024

Puedo arrepentirme de mi carrera profesional ¿verdad?

Por Rolando Ochoa Cáceres / /

panza identifi

Hace unos días una alumna me hizo una entrevista para un trabajo escolar. Se relacionaba generalmente con mi desarrollo académico y profesional y me preguntó si, de alguna manera, me arrepentía de mi carrera profesional.

Recordé aquellos ayeres cuando, con diecisiete años había decidido apostarle parte de mi vida a la carrera en Comunicación. La había elegido porque, según, tenía lo que quería de otras carreras. Las dudas sobre mi carrera se colocaban en otras profesiones, también quería estudiar psicología, música y, por mucho, deseaba en realidad una carrera en literatura.

La orientación educativa que tuve en la preparatoria no era la idónea, nunca tuve una plática clara que me diera pistas o claves para saber realmente lo que quería por encima de lo que debía hacer. Mi maestra se detuvo a decirme que Comunicación tenía mucho de las otras carreras y podía ser una muy buena opción. Entonces decidí. A veces el destino también se visualiza desde el desatino.

Disfruté mucho de mi carrera porque, muy aparte de que vivía solo y lejos de la familia, me la pasaba prácticamente leyendo todo el tiempo cosas que no tenían que ver con la carrera. Poco me motivaban los medios como tal. Veía a mis compañeros enfatizando sus enormes deseos por estar detrás de cámaras o de los micrófonos y yo no me sentía realmente seguro de querer vivir eso toda mi vida. Con mi amiga Ángela me la pasaba días y tardes leyendo o visitando museos o metidos en nuestros departamentos viendo películas o escuchando a New Order o a Pink Floyd. En realidad, hacíamos lo posible por encontrar nuevos pretextos para no estar sumamente presentes en las clases de nuestra carrera. Sabíamos que nuestras evaluaciones no tendrían un tinte de asombro y por mi lado yo sabía muy dentro de mí que había errado en mi decisión.

Alguna vez un profesor, en los últimos semestres, nos hizo la pregunta de siempre: después de la universidad ¿qué queríamos hacer?. Mientras mis compañeros mostraban su pasión por trabajar en medios y aparecer a cuadro (cosa que lograron y me da demasiado gusto) yo, por otro lado, decía que lo que realmente quería hacer era escribir y dar clases.

Trabajé unos largos años en radio y televisión y nunca aparecí a cuadro ni detrás de un micrófono ni nada por el estilo. En radio me dedicaba a escribir sobre presentaciones culturales y en televisión fui la mano derecha del jefe de producción. Tanto en radio como en televisión el giro era totalmente cultural, cuestión que de alguna manera me interesaba pero no del todo. Un día, mientras pasaba frente a las pantallas escribiendo sobre otros o visitando áreas de post producción para ver si la gente trabajaba, después de muchas señales, renuncié a los medios y regresé a Puebla con mi familia queriendo hacer lo que realmente deseaba.

Por suerte, un amigo me apoyó para comenzar mi carrera académica. Comencé a dar clases y poco después, ingresé a la maestría en letras.

Cuando comencé la maestría mi mundo cambió totalmente. Sentía totalmente que estaba estudiando lo que realmente había querido estudiar siempre pero que por miedo y una mala orientación no supe decidir. De ahí, casualmente, conocí a Viridiana Lozano y a Selene Ríos y me invitaron a escribir en Periódico Central “sobre lo que tú quieras, gato” y nació, poco a poco, la escritura de La Panza del Gato. Lo que siempre había deseado hacer se concretaba tras mi decisión de renunciar a aquellos medios que en el ego marcan mucho pero que no trascienden demasiado en mí.

Así que cuando mi alumna me preguntó si me arrepentía de mi carrera en realidad, mi respuesta no fue en función de la carrera sino de mi decisión. Me hubiera ahorrado años de frustración y de absurdo si realmente hubiera decidido por lo que mi voz interior me decía.

Si pensamos en que si alguien se casa a los dieciocho años implica una vida de muchas dificultades, ¿no es lo mismo al tomar una decisión de carrera a esa edad?

Veo a mis alumnos y deseo constantemente que se escuchen y hagan lo que ellos deseen hacer y a veces me encuentro con comentarios como “tengo que seguir la carrera de mis padres” o “quisiera estudiar esto pero no me dejaría dinero y prefiero tomarlo como hobby”.

En mi caso, lo que pensé que sería un hobby, se ha convertido en mi vida y me ha dado frutos extraordinarios. El principal, amo lo que hago y me siento feliz cada día. Recuerdo que cuando estaba desempleado me la pasaba escribiendo y ahora que cuento con el privilegio del trabajo, sigo escribiendo.

Lo que quiero decir es que, efectivamente, para tomar decisiones de vida es necesario tomarlas escuchando nuestra voz interior o nuestro corazón. Nuestros sueños y nuestras ilusiones son posibles a medida que deseamos conquistarlos o conquistarlas.

Cuando me dicen mis alumnos si soy escritor les digo que no, que esas son otras ligas pero escribo y eso, como la docencia, me hace sentirme vivo, conectado con la vida porque gracias a la docencia y a la escritura y a la lectura, he materializado sueños que me parecían antes lejanos o irrealizables.

Recuerdo mucho aquellos momentos cuando estaba en la radio y en la televisión en los que me apresuraba para comer y hacía lo posible para disponer de media hora para leer y escribir en la oficina. Gracias a esos destellos decidí renunciar a lo seguro para dirigirme a mis sueños y aunque falta aún un maravilloso camino, sé que la clave de muchas cosas está en confiar en uno mismo, ser uno mismo y por nada del mundo, renunciar a uno mismo.

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