25 de Abril del 2024

El ocaso de la filosofía en el aula y el camino hacia la cotidianeidad

Por Martín Ochoa / /
El ocaso de la filosofía en el aula y el camino hacia la cotidianeidad
Foto: Especial

Imagínese mi querido lector que tiene la gran oportunidad de su vida para convertirse en un futuro en aquel personaje que siempre deseó ser, la imaginación es grande por lo que su selección puede discurrir desde convertirse en la gran estrella de rock, en el descubridor de la cura contra el cáncer o en el personaje que puso fin al conflicto en Medio Oriente… para lograrlo, requiere un camino de entrenamiento, constancia, disciplina y desarrollar hábitos y valores que le podrán guiar hacia el objetivo que se ha planteado… al menos eso es lo que le dijeron.

Este es el discurso actual de la educación en nuestro país, olvidémonos por un momento que hay que educarse “para ser mejores en la vida”, “para tener una profesión” o “para que no termines lavando platos” como eran las frases que nos decían nuestras madres, ahora la idea es que hay que educarse para “cumplir con nuestros sueños”, “ser felices” o –entre muchas ideas que abundan en la oferta educativa-, “cambiar mi vida”. Este es el mensaje que abunda en las instituciones educativas y que las han ensalzado como las frases que van a enganchar al futuro estudiante, pero encierra una gran trampa: las instituciones educativas por si mismas no son capaces de lograr cualquiera de esas premisas.

Y es que cuando se aborda el camino educativo, el estudiante se verá inmerso no sólo con un cúmulo de conocimientos que forman parte del objetivo inicial de cualquier escuela, instituto o universidad, sino que también constituirá parte de una pequeña comunidad donde aprenderá a relacionarse, a tomar decisiones, a influir en otras, valores, principios, hábitos y un gran número de etcétera que lo irán formando hasta alcanzar la edad profesional.

Hay que tener mucho cuidado con esto último, ya que aquí es donde reside el quid de la cuestión: ¿realmente las instituciones son capaces de darnos las herramientas para alcanzar nuestros sueños?, ¿es cierto que si estudio cierta carrera seré feliz en un futuro?, ¿podré ser capaz de darle un golpe de timón a mi vida si estudio en cierta institución educativa?. Permítame asegurarle que eso no es cierto ni por asomo.

Ahora bien, como padres nos preocupamos por darle a nuestros hijos la mejor educación que está a nuestro alcance, solemos desear que no importa de qué escuela se trate, nuestros hijos tengan las mejores calificaciones, logre los sueños que persigue, tenga la oportunidad de forjarse un futuro mejor al nuestro. Sin embargo hay una gran pregunta que difícilmente les hacemos y que tiene un peso importante, tan grande es esta pregunta que si se reflexiona correctamente, podremos darnos cuenta de que el futuro educativo de nuestros hijos trasciende a cualquier institución educativa y que además, requiere inculcar de manera muy específica el sentido crítico a nuestros vástagos:

¿Cuándo te veas trabajando cómo vas a escapar de la cotidianeidad?.

Esta pregunta tiene un alto contenido contestatario, haga una pequeña reflexión querido lector y pregúntese si realmente usted se siente realizado en un mundo que nos exige la siguiente rutina: levantarse, trabajar, regresar a casa y dormir. Repetir el ciclo de manera constante hasta que alcancemos una edad para jubilarnos y posteriormente, de manera inevitable morir. Ahora traslade ese modelo a su hijo, y después a su nieto y sucesivamente. Ahora permítame preguntarle: si estuviera en sus manos modificar ese ciclo, ¿se atrevería a actuar para cambiarlo?.

Hace poco pude leer una noticia que es consecuencia de nuestro mundo neoliberal entregado al consumismo: en Chile se está considerando eliminar la asignatura de filosofía en las mallas curriculares de la secundaria, tema que ya sucedió en España y esta triste tendencia también ha llegado a México desde hace ya algún tiempo, todo esto con la intención de favorecer materias que “generen valor”. Olvídese de que a cambio de la eliminar la filosofía se enseñará lógica matemática, ni considere tampoco que se otorgará más horas para analizar con mayor profundidad la obra de Freud y el papel de la psicología en nuestra sociedad, o que por lo menos se profundizarán los contenidos en las clases de historia de México. No mi querido lector, la idea de eliminar la filosofía es para desarrollar “habilidades para el trabajo”.

En pocas palabras, con la idea de desarrollar competencias, los eruditos de la educación en México y en muchos otros países, han preferido empezar a promover asignaturas que produzcan buenos trabajadores, dedicados, cumplidores, profesionales para que cuando sea el momento puedan ser aceptados en el mundo laboral ya sea como empleado de Mc Donalds o CEO de una gran empresa de telecomunicaciones, no importa qué sea lo que nuestros hijos merecen ni tampoco que persigan sus sueños ni mucho menos que puedan diseñar un nuevo sistema de frenos que recupere energía (ya que para eso están los profesionales de otros países). Lo que importa es que se puedan contratar y seguir el ciclo arriba mencionado.

Es clara la importancia de la contratación una vez terminada la universidad o la escuela técnica, de eso no cabe la menor duda, pero si a cambio de ello el costo es que se conviertan nuestros hijos en un nuevo modelo de personaje de ficción que no piense y sólo actúe así sea en la esfera más alta de una organización, ofrece un futuro al menos desalentador.

Yo siempre he opinado que el modelo educativo basado en competencias tiene una intención positiva pero que se ha pervertido en favor de los modelos neoliberales especialmente porque se han cambiado los principios de la ética del individuo y la moral que nos distingue como sociedad por la importancia que tiene el libre mercado, ya que la competencia por un escaño laboral es cada vez más feroz y donde el más capacitado sobrevive.

La filosofía es una especialidad que otorga a quien la estudia la oportunidad de cuestionarse la realidad de su entorno, le permite abrir su mundo más allá de la cotidianeidad ya que le da la coyuntura de preguntarse acerca de temas tan relevantes como la libertad, el ser, su existencia, su papel en el mundo, la realidad del contrato social o la búsqueda de la verdad. Le impulsa a buscar respuestas ante presiones externas como lo son el papel de los poderes de los medios de comunicación para someterse a verdades históricas, la función de los medios de producción en el entorno económico actual o la democracia definida por los gobernantes de turno y su rol en los derechos humanos.

Vea entonces que la filosofía al ser la madre de todas las ciencias, tiene la capacidad de abrir en el hombre la puerta de la definición de la libertad, puesto que, como menciona José Pablo Feinmann, la libertad puede ser solamente ejercida desde la posición del sujeto crítico y es precisamente este sujeto crítico el único capaz de escapar de la cotidianeidad para discernir la verdad y en consecuencia tomar decisiones que le sean útiles no sólo para la empresa o la sociedad, sino que especialmente para sí mismo, logrando con ello un ser humano integral que conduzca su comportamiento a través de la ética identificando las variables que la moral social impone.

Es necesario que las autoridades escolares realicen una nueva evaluación del papel que tiene la filosofía dentro de las aulas y que busquen su integración dentro del nuevo paradigma del modelo educativo basado en competencias, ya que de seguir por este mismo camino, estaremos enfrente de una nueva generación de trabajadores sin sentido crítico y esto en un futuro traerá consecuencias no deseadas, sólo recordemos una frase de Jean Paul Sarté “cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”, ante esto yo añadiría: y en su conjunto la sociedad hace con lo que hicieron de ella.

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