20 de Abril del 2024

Menos medicación, más meditación

Por Rolando Ochoa Cáceres / /

panza identifi

Desde hace un par de años practico la meditación. Las razones por las que comencé fueron indudablemente mi depresión y por ende, mis múltiples formas de autodestrucción. Fumaba constantemente y bebía alcohol más allá de lo pensado. Mi vida estaba destinada, de alguna manera, al caos. Tenía un trabajo nada estable (como todo en estos tiempos) y la escuela en la que trabajaba no impulsaba en nada ni mucho menos motivaba. Re pensaba (como pasa con quienes tenemos episodios largos de depresión) constantemente mi vida y me culpaba por mi situación. A veces deseaba no continuar y dejarme caer.

Una noche de enero platicaba con Micaela a quien conocí gracias a la música. Ella sabía de mi estado y en algunas ocasiones me alertaba.
Así que esa noche de enero me sentía devastado y Micaela lo único que hizo fue decirme que era muy probable que mi estado tuviera que ver con mis decisiones porque, finalmente, como dijera Elisha Goldstein, “cuando estamos deprimidos, estamos desesperados”. Comenzó a contarme ciertas cosas relacionadas a la meditación y al budismo, citaba a Osho y me pasó cuanto link posible para leer y empaparme de aquella práctica que, en sí, no me parecía lo suficientemente buena pero decidí aislarme de juicios y de mi insistente crítica.

Después no supe mucho de Mica, sólo que tenía una relación y la pasaba lindo. De vez en cuando me mandaba mensajes sobre cómo estaba y sólo le contestaba que “estaba en el camino”.

Después conocí a mi expareja quien, por azares del destino, también estaba involucrada con la meditación y el budismo. Con ella practicaba por las noches y en menos de un mes comencé a practicar solo y aun cuando en mi práctica fracasaba sentía ciertos cambios después de la misma.

En una ocasión vimos la plática “Música y el yo interior” que impartió el pianista James Rhodes para TEDxMadrid. En esa plática, Rhodes hace mención del Mindfulness y al saber un poco de su historia, de su también tendencia constante a la depresión y a la autodestrucción y al saberse vivo, con todas las imperfecciones pero significándose como un milagro, inmediatamente hubo un click en mí, ¿qué era el mindfulness?

Desde la postura de Rhodes de que el mindfulness no es andar vestido como monje, ayunando y haciendo “om”, hasta la definición de happify de que es “la capacidad de saber qué pasa en tu cabeza en cualquier momento dado sin dejarte llevar por eso” y que no involucra ser parte de un grupo religioso, ni de posiciones extrañas para sentarse, deseé, de verdad, intentarlo.

Después de separarme de mi pareja establecí la importancia de la meditación en mi día a día por una simple razón: sanar. Ya no deseaba ser tóxico ni para mí ni para los demás. Tampoco deseaba ser autodestructivo. Quería comenzar a quererme y a sentar las bases de un amor que jamás me había procurado.
Meses antes ya había vencido mi vicio al cigarro pero me hacían falta dejar otros malos hábitos, sobre todo de pensamiento.

Advertí que durante muchos años despertaba sintiéndome miserable. En mi mente se colocaban frases como “no eres bueno” “eres feo” “¿de verdad vas a salir así” “no eres bueno en tu trabajo” “cualquiera puede ser mejor que tú” y un infinito etcétera de frases que creaban en mí, desde mi despertar, irritabilidad, tristeza, amargura, duda, ansiedad y otras emociones negativas. Llegaba al trabajo con miles de máscaras encima y cualquier comentario negativo hacia mí implicaba un torbellino de catástrofes que se resumían en lágrimas e insomnio. Caía, como dice Elisha Goldstein, constantemente en el bucle de la depresión. ¿Podía vivir así o podía usar el mindfulness como alternativa?

Cuando meditaba, las mismas frases se reproducían. Las voces insistían en hacer a un lado la práctica porque era inútil, porque no servía para nada y que en realidad, yo no servía para nada. Me di cuenta de que era poco compasivo conmigo mismo y que si existía en mi vida un crítico fulminante era la persona que veía en el espejo. Y en medio de un momento de meditación, comencé a llorar porque descubrí en mi interior capas de oscuridad fomentadas por el pensamiento negativo y la idea de perfección. ¿Por qué no mejor fomentaba en mí emociones y pensamientos positivos?

Descubrí ciertas técnicas para hacerlo y, la que me ayuda todos los días cuando me invaden pensamientos negativos es la que propone Goldstein en su libro “Descubre la felicidad con mindfulness”. Primero hay que preguntarse si ese pensamiento es real, después hay preguntarse si es absolutamente verdad, después hay que preguntarse cómo se siente uno con ese pensamiento y después, las que más me gustan son: ¿cómo serían los días, las semanas, y los meses sin este pensamiento y creencia? Y ¿Quién sería yo sin estos pensamientos?

Así, también descubrí que con la meditación, con el mindfulness hay un lindo camino llamado “presente”. Nada es más importante. El pasado ya fue y el futuro es totalmente incierto ¿por qué preocuparse de lo que ya pasó o de lo que no sabemos? Nuestra herramienta para lograr vivir en el presente es la respiración y lo maravilloso es que podemos sanar poco a poco desde la compasión y comienza uno a sentirse merecedor de todo aquello que añora desde el amor y ya no desde el odio ni el dolor.

Dos años después de práctica sigo viviendo ciertos cambios. No únicamente ya puedo conciliar el sueño, descansar y aplacarme conforme ciertos pensamientos negativos, puedo decir que mis hábitos son ahora más saludables y que si bien aún no puedo decir que me amo totalmente, puedo decir que cada día me quiero más y acepto que merezco amor y una vida positiva.

El sábado pasado mi pareja me dijo que observaba que poco a poco estaba haciendo a un lado mis máscaras y que cada vez me siente más real y, ¡eso es lindísimo! ya que ya no deseo ser perfecto ni vivir con presiones prefijadas por la sociedad, ni amigos ni familia ni nadie, sino que prefiero vivir mil veces la imperfección como una genial experiencia de vida no únicamente capaz de hacerme ver la vida, sino también con la capacidad de sanarme con la vida.

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