25 de Abril del 2024

¿Renunciar es acto de valentía?

Por Rolando Ochoa Cáceres / /

panza identifi

Durante mucho tiempo me sentí un enorme fracaso. Ya sea por el incumplimiento de mi parte de aquellas expectativas que me generaban la familia, los amigos, las parejas y la sociedad en general, el fracaso era un latente en mis días.

Sin embargo entendí algo que era muy importante tomar en cuenta: el poder de la renuncia.

Solemos asociar aquella palabra a algo totalmente inmaduro, a algo poco esplendoroso y también podría decirse que es inmoral y nocivo. Cuando uno da cuenta de su renuncia inmediatamente los otros juzgan la poca valentía para mantenerse en el “camino”. Renunciar es, para algunos, parasitario.

Cuando trabajaba en televisión y ganaba un buen sueldo además de contar con niveles de estrés desesperantes y problemas de sueño, recuerdo bien, mi pareja de aquél tiempo al saber que iba a renunciar para volverme profesor puso el grito en el cielo porque no era algo “lógico en mi vida” el renunciar. La discusión se centraba en eso de “has renunciado a tu profesión” y se me preguntaba constantemente “¿y ahora qué vas a hacer?” Fue cuando decidí pausar por un momento mi carrera profesional y lo que eso vagamente significaba, y decidí darme un ligero descanso antes de hacer carrera académica, lo cual ha significado, en mucho, una excelente decisión.

Antes de separarme de mi última pareja constantemente ella me cuestionaba si yo era capaz de renunciar a esa relación que habíamos construido ambos. Decidí renunciar a esa relación porque valentía y amor no significaban mantenerse en caminos de dolor y de desprecio.

Hace poco, checando unas cosas en mi hogar, encontré ciertos sueños y aspiraciones escritas y en fotografía que, en primer momento, supe que no había alcanzado pero ¿necesitaba alcanzarlos ahora? Vi más el dolor y las heridas que me había generado por intentar alcanzar aquello que imaginaba, aquello que había trazado de forma ficticia, de manera ingenua. Fue cuando entendí que aferrarse a ciertos puestos, salarios, sueños, personas o caminos resulta a veces más doloroso y angustioso que cualquier otro sendero hacia el bienestar. Entendí que las frustraciones han devenido más del aceptar lo que no iba a lograr, de aceptar lo que no me amaba y de aceptar lo que no merecía.

Relacionamos la palabra renuncia con la cobardía y creo que hacemos mal en contemplar esto de esta manera. La renuncia puede ser también un acto de soltar, de hacer a un lado, de liberarse, de ir hacia uno mismo.

Recuerdo bien que en mis renuncias más significativas sí he encontrado desequilibrio y un constante mar de preguntas pero mi tranquilidad fue apareciendo porque había escuchado mi voz interna.

Solemos ver en las películas, en las series o en los libros que la gente exitosa es aquella que nunca renuncia. Se nos colocan como seres fuera de este mundo que logran cosas inmortales y anhelamos sus vidas. Yo creo que incluso ellos tuvieron que renunciar a ciertas cosas para lograr sus objetivos de vida que, claro está, tenían definidos.

Es obvio que el renunciar genera cierta incertidumbre, es inevitable, pero con el tiempo esa incertidumbre puede significar un camino más acertado o relaciones con mayor sustancia, con mayor solidez.

Creo que el renunciar también es un acto de valentía y dudo mucho que exista algo de malo en decidir por uno mismo, por el bienestar propio. El renunciar cerrando ciclos también nos ayuda a alejarnos de ambientes y de relaciones tóxicas y eso, supongo, no está del todo mal. Renunciar puede servirnos para llegar a nuestra verdad interna. Renunciar puede aclararnos la vida.

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