20 de Abril del 2024

De los dolores que solo una mujer aguanta

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

Nunca, jamás en la vida me volveré a burlar del dolor ajeno y menos de las dolencias de una mujer.

No, no di a luz, no tuve un parto, pero la bienvenida de un nuevo ser a este mundo lleno de banalidades, no es el único dolor que experimenta una mujer, a propósito de mi linda Ahitana —bebesina de Viri y Marco—. Hay otros dolores que pasan las mujeres que resultan tan terribles y que un hombre no puede aguantar.

Tampoco me torcí un pie por caminar con zapatillas de aguja magnética, ni me ha caído aceite mientras cocino un delicioso manjar para ganarme el único y verdadero amor. Jamás me he quedado atorado entre un arete y el suéter, ni me han ponchado una chichi.

Lo que sí me pasó y fue un dolor desgarrador, un dolor que nunca antes había sentido y que no es nada gratificantes a diferencia del dolor de ser madre, es romperse una uña. Sí, hace unos días me rompí una uña y sentía que el mundo se me acababa, no hallaba manera de contener el dolor, ya no sabía si chupármelo, lavármelo, o ignorarlo.

Fue una tarde con mucha lluvia como las que hemos tenido en los últimos días. No hay nada que me moleste más que mojarme a causa de la lluvia. Salí corriendo de la oficina de CENTRAL hacia mi carro, corría de puntitas porque no tolero mojarme los zapatos. Me subí al “Suertudo” y me dirigí a Cambio para ese bonito programa de tele por internet llamado “Juego de Troles”.

—¡Me lleva la chingada, sigue lloviendo!—grité desde mi carro al llegar a Cambio y ver que seguía el torrencial. Por supuesto, yo no me quería bajar, sentía tanto coraje y ansiedad al pensar en la posibilidad de mojarme y el tiempo me jugaba las contras.

¡Faltan cinco minutos para Juego de Troles!

¡Faltan 3 minutos para Juego de Troles!

¡Falta un minuto para Juego de Troles!

Y yo no dejaba de ver el maldito reloj y la maldita lluvia no paraba. Entonces me di cuenta que no tenía más remedio que bajarme del carro en pleno aguacero y correr lo más rápido que pudiera —Pero no lo puedo hacer, soy muy lento, me voy a mojar— me repetía en mi mente mientras me daba valor para salir del carro.

—Ni pedo, la lluvia no parará y estoy a nada de empezar el programa, tendré que salir corriendo, aventar la puerta, aventar al Osy Doc, la tía Pau y todo lo que estuviera a mi lado— me repetí una vez más mientras rogaba a Dios, a Tlaloc y todos los dioses de la lluvia que ya pararan el diluvio.

Pero obvio no me escucharon. Formulé mi plan, el cual consistía prácticamente en bajar corriendo del carro, no ser lento, abrir la puerta, cerrar la puerta de mi carro y entrar ileso al programa de tele. Era el plan perfecto, solo que jamás pensé en la teoría de la fuerza y potencia, cualquiera que sea de la física.

Bajé de carro, di dos zancadillas, sentí las gotas frías de la lluvia, me ofusqué, aventé la puerta de la entrada de Cambio porque sentí las gototas muy grandes y frías y me dio nervios, tantos que al aventar la puerta jamás me di cuenta, pensé o imaginé que al aventar la puerta, ésta cobraría vida propia y me arrancaría una uña.

Siiii, la ¡Maldita puerta! De la entrada de Cambio las jugó en mi contra, al azotarla sentí como toda mi humanidad se desvanecía, sentí como se llevaba un gran pedazo de mi ser o más bien de mi uña.

—¡Aaaaaaaaaahhh maldita seaaaaaaa, me duele!—grité desgarradoramente mientras me salían unas lagrimitas de mis oijitos.

—¿Qué te pasóooooooooooooo?—gritó tío Mundis muy confundido y preocupado.

—Me acabo de romper una uña, mira mi dedo con uña mocha— yo temblaba y lloraba, me lo empecé a sobar, me arranqué el pedazo de uña y me chupé mi dedito para que no sintiera tan feo.

Ahora sé y conozco uno de los tantos dolores que sufren las mujeres.

Moraleja: No se dejen las uñas largas.

¡Claro! Chinguen al guapo.

Publicidad