20 de Abril del 2024

Cuando tu carro casi te atropella

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

¡Alabado sea Dios!

Por primera vez en mi vida y en mi existencia esta columna no se tratará de mí.

No saben lo gustoso que me siento de no ser el protagonista de esta trágica historia.

Pero como dice mi amiga Silvia Pinal: “Acompáñenme a ver esta triste historia”.

Nota al margen de la anécdota: esta es una crestomatía y para no herir susceptibilidades a nuestro protagonista lo identificaremos con el nombre de Sigis.

Era una tarde soleada de primavera, los niños volaban papalotes, las mamás paseaban a sus bebés, el arcoíris, era más claro que nunca (esta es metáfora). Los hombres pintaban sus casas, las cercas o arreglaban sus coches.

Y él pensaba que no podía haber día más feliz, los astros por fin se habían alineado, la felicidad que tanto había anhelado se estaba convirtiendo en una realidad, y todo en su vida era bello y reluciente, hasta sus chacras se habían purificado.

Pero jamás imaginó que esa felicidad pronto se convertiría en una desgracia y toda esa alegría se vería manchada por el mismo motivo, circunstancia o carro que por la mañana le había dado tanta dicha.

Tío Sigis recibió por la mañana la mejor noticia que había recibido en su vida, ni cuando le propusieron matrimonio o cuando se casó, sintió tanta felicidad como al recibir su primer “Aaaaaaaaauuuto”.

Sí, su sueño se hizo realidad en el momento en que le entregaron la llave de su Aveo modelo 2015 y aunque a cada rato se le jaloneaba, sacudía y paraba, él se sentía autorrealizado sin importar que le mentaran la madre una cuadra sí y otra cuadra también por ir como Viejito Sigis y ocasionar tráfico.

Pero al fin llegó al diario El Planeta muy contento en su Sigismovil, tan contento estaba que casi se sube a la banqueta. Salió una hora antes de su oficina para llegar a tiempo a su programa de tele, del cual es estrella y ahí empezó a cambiar su vida, el día soleado se tornando gris, frío y polvoso.

El Sigismovil ya no arrancó, estaba tieso como un muerto, no se movía, no encendía, no se dio cuenta que le faltaba gasolina y Sigis tan delicado como el pétalo de una rosa, decidió volantear mientras Di y Mech, lo empujaban. Obviamente un buen samaritano dijo que ese era una grave error, pues una mujer debía volantear mientras él empujaba, un poco dudoso, se bajó del Sigismovil a empujarlo.

“¡Aaaaaaaaay! ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaay! ¡Aaaaaaaaaaaaay! El ticket, el ticket, el ticket para pagar el estacionamiento”, gritó Sigis en su tono habitual de señora de Polanco. Pero en lugar de rodear el carro por la parte de atrás, se atravesó por enfrente justo cuando estaba en movimiento, en una ligera bajada y con velocidad considerable.

Di entró en pánico, gritó “¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhh, Sigis casi te atropello! No te atravieses así”, pero a Sigis de nada le importó pues dijo que calculó todo para salir ileso y sin riesgo a ser atropellado por su propio carro, el día que se lo entregaron y la primera vez que manejó.

Total, sus heroicas amigas empujaron al Sigismovil hasta la gasolinería más cercana: “¿Ya le cerraron el switch?” y todos pusieron cara de confusión, nadie sabía a qué se refería “Sí, qué no abrieron el switch para arrancar el carro”, cuestionó una vez más y las heroínas y hasta los muchachos que despachan la gasolina lo veían perplejo, nadie entendía lo que decía o a qué se refería.

Para no hacerles el cuento largo, el Sigismovil fue empujado de nueva cuenta al estacionamiento del diario El Planeta y ahí amaneció. Sin poder moverse, respirar y arrancar. No sabemos si encontraron el switch, lo cerraron, lo abrieron y si el coche cobró vida propia para atropellar a su nuevo dueño.

Moraleja: nunca te atraviesas a un carro en movimiento y busca dónde está el switch.

¡Claro! Chinguen a tío Sigis.

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