20 de Abril del 2024

Incidentes que no esperas que pasen

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

Hola mis queridos amigos.

Ustedes disculpen la ausencia de varias semanas, días, horas, minutos y segundos, pero ya saben cómo son estas campañas electorales que no nos dan tiempo ni de ir al baño. A los compañeros reporteros que son casados están por divorciarlos, a los que tienen novia o novio por dejarlos y a los solteros, pues creo que a nadie le importamos.

El caso es que me sucedió algo tan trágico como a Montgomery Burns. Era una bonita tarde de primavera, el sol relumbraba, el arcoíris nos daba felicidad, los pajaritos cantaban, los conejos saltaban, las abejas esparcían el polen y los niños jugaban.

“¡Qué bonito día para salir a carretera! Manejaré tres horas para visitar a mis abuelos”, grité emotivamente lleno de felicidad y alegría, nada ni nadie podía arruinar el día más bello de la primavera, pero antes de irme a mi pueblo tenía que cumplir con todas mis obligaciones. Ya saben, limpiar la casa, bañar a Serafina, pararme de manos mientras hago el súper, todo lo que no puedes hacer en la semana o en campañas.

Mi última tarea del día era llevar la ropa a la lavandería y para variar la voz de mi conciencia a quien llamo madre, me lo advirtió: “Son las 4 de la tarde no lleves tu ropa a la lavandería, mejor échala al carro y la lavas en la casa de tu abuelita, sino vas a llegar bien tarde”, me dijo mi mamá en su tono de ¡La vas a cagar, algo te va a pasar!”.

Por supuesto, le respondí que sí, que llevaría tooooda la ropa sucia a mi pueblo para lavarla allá con tal de irme temprano y llegar a buena hora. En realidad y como de costumbre solo le daba el avión a mi sacro santa madre y como es costumbre siempre que la ignoro algo me pasa, como si fuera cosa de karma, de Dios o de las deidades que castigan a los hijos que ignoran las recomendaciones de sus madres.

Les comentaba que era un día muy bonito, que todo era amor y felicidad, que todos los niños como de antaño, saludaban, expresaban sus buenos deseos a los mayores, ayudaban a las viejitas a cruzar las calles, todos los niños a excepción de uno, un Bart Simpson en potencia que únicamente buscaba perjudicar a una pobre alma en pena y lo consiguió.

Regresaba de la lavandería, estaba por oscurecer, manejaba muy feliz cantando canciones de Alejandra Guzmán, Fey, Gloria Trevi, Yuri, me sentía todo un cantante, un artista muy sexy, hasta que de la nada salió un muchacho corriendo, se aventó sobre mi carro y por más que frené no pude evitar el impacto. Sentí que me desmayaba, estaba temblando, pero como la reina Isabel, tomé aire, respiré onda y profundamente y salí a hacer frente al mundo.

Por supuesto, soy un conductor responsable, me percaté de que estuviera bien el muchacho y una vez que descartaron cualquier lesión, peligro, o denuncia, casi me le voy a los golpes por ¡Pendejo! Por poco me da diabetes, me tuve que comer un bolillo para el susto y llegué muy tarde a mi pueblo, con la cara pálida y todo el cuerpo tembloroso.

Moraleja: cuídense de los pendejos que no se fijan de los carros.

¡Claro! Chinguen al guapo.

Publicidad