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Otra más de chacales

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

Cuando te ilusionas y creas falsas expectativas, pero la realidad rebasa todo eso, es mejor retirarse cual soldado caído luego de ser rechazado. Hay quienes no tenemos suerte, que a cada paso que damos la estamos embarrando, la seguimos embarrando y terminamos embarrando.

Por qué cuando uno ya está cómodo, tiene buen trabajo, tiene vieja, viejo, casa, carro, perro, gato, tiene que salir a atascarse de lodo, tiene que ir a buscar algo que ya tiene... mi abuelita diría que por “cuzco”. Sí, por cuzco por querer más de lo que ya tengo, por ser ambicioso y atascarme con todo el marrano y no conformarme con el chicharrón es que me pasó.

Bueno ya tenía un bonito gimnasio, muy lujoso, padre. Con entrenadores de 10, asistentes, sauna, vapor, servicio de planchado, lavado y almidonado. Entonces por qué ¡Puta madre tenía que buscar otro lugar! ¿Solo porque me prometieron el paraíso de los chacales?

Divina tentación, fácil decisión.

Hace una semana Aturo Rueda me escribió por Whatsapp: “Amigo Yoooona, te tengo el paraíso, es el paraíso, nunca más vas a querer salir de ahí”.

Por supuesto pregunté a qué se refería y me respondió que era “El paraíso de los chacales”. Insistí en que fuera más específico, por lo que aseveró: “El nuevo gimnasio, es el paraíso, te irás de nalgas, hay chacales en cada aparato, en cada rincón, en cada centímetro, salen de todos lados como las cucarachas salen de las coladeras, salen como los alacranes al levantar una piedra”.

Y en efecto, en cuanto me mandó una fotografía alcancé a contar 20 chacales: “¡Mmmmmm, chacaaaaales!” (Léase en tono de Homero Simpson). Mande emojins de corazones, ojos con corazones, cupidos, perritos, gatitos y todo lo que demostrara mi entusiasmo y felicidad al descubrir el paraíso de los chacales.

Tardé más tiempo en dormir que en despertar y al día siguiente ya estaba a primera hora en el nuevo gimnasio de chacales inscribiéndome, ni siquiera ponía atención a lo que me decían los recepcionistas, yo solo pensaba: “Ya vieja pendeja, ya gata, gata, gata, ya dame mi membresía, ya quiero entrar. Apúrate pendeja”, y esta tortuga como los Perezosos de Zootopia tardaba tanto hasta para respirar.

Al cabo de una hora por fin culminó el trámite, me registró, dio de alta y mi membresía: “¡Puta madre, ya son las 11, ya no me da tiempo de hacer ejercicio!”, me dije a mí mismo y entonces decidí solo bañarme y regresar al gym después de la radio. Corrí a los vestidores, recordé que no traía shampoo, metí la maleta al casillero para después ir a comprar un shampoo, regresar y bañarme.

“¡Puta madre, dejé la cartera en la maleta! regresaré al casillero por el dinero”, pero cuando regresé pasó lo peor, pues ya no recordaba cuál era el número de locker que me había tocado, revisé la llave para ver si no estaba numera, porque en el Nelson Vargas sí están numeradas.

“¡Maldita sea! No están numeradas!”.

Empecé a meter la llave por todos los casilleros que estaban en la fila donde recuerdo haber guardado la maleta, pero ninguno abría. Salí de los baños en busca de ayuda: “¡Hola amiga nueva de la recepción ¿Tendrán de casualidad duplicado de las llaves o sabrán cuál es mi locker?”, pregunté con toda la seriedad de mundo y ella con toda la seriedad, solo me miró con cara de “chinga tu madre”.

Me respondió amablemente: “No están numeradas las llaves, no tenemos duplicado y todavía no tengo el poder de leer la mente o poderes psíquicos como para saber en qué casillero guardaste tu maleta”, fue bien grosera la muchacha en otras circunstancias le hubiera mentado la madre, pero ya estaba un poco estresado.

Corrí con los chacales instructores para que me ayudaran a abrir mi locker y solo uno amablemente accedió. Corrimos al lugar aunque no fue de tanta ayuda, pues por supuesto tampoco sabía cuál era ni por dónde empezar y como mujer que necesita ayuda, desesperado me puse a pedir auxilio en los pasillos del gym, esperando a que alguien se apiadara de mí, mientras veía las horas correr tic, tac, tic, tac, tic, tac... los Troles empezarían en 60 minutos, 40 minutos, 30 minutos... y no más no podía encontrar mi casillero.

Y ante la desesperación, nuevamente inicié a meter las llaves en cada uno de los lockers, entonces recordé a qué altura estaba, en qué ángulo me encontraba, a qué latitud y altitud y por fin di con mi casillero, “Lo encontré”, pero seguía sin abrir. Caí en desesperación que metí la llave y empecé a sacudir, pegar y patear el pinche locker que casi se me viene encima todo el mueble.

Los chacales musculosos solo se me quedaron viendo, tal vez pensaron “Tan guapo y tan inútil” o algo así, que sentí tanta pena, hasta que uno de esos chacales musculosos se apiadó de mí, me preguntó “¿Este es tu casillero?” (Léase con voz de galán) respondí que sí, presionó la puerta, giró la llave y abrió el locker.

Quedé con cara de pendejo, quedé como un pendejo, no me quedó más remedio que hacer mueca de pena “¡Gracias!” y salí corriendo.

Moraleja: No sean atascados, no salgan a buscar lo que ya tienen.

¡Claro! Chinguen al guapo