Delincuencia

Ella es “La trituradora de angelitos”, la mujer que quemó y mató a decenas de bebés

- Foto: Letra Roja.

Esta mujer cobraba a las mujeres adineradas por deshacerse de sus hijos, practicándoles abortos clandestinos. Los bebés iban a parar al drenaje

Por Letra Roja

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Imagínate a una mujer grande, obesa, de mal carácter, solitaria, misántropa y de ojos saltones (probablemente, al estilo de Annie Wiles de Misery ), ahora es normal, pero si la hubieras conocido de niño, ¿te provocaría miedo?

Felícitas Sánchez Aguillón es conocida como 'La trituradora de angelitos’, ‘La Ogresa de la colonia Roma’, ”La Descuartizadora de la Colonia Roma” o “La Espanta-cigüeñas”, estos nombres los adquirió tras cometer delitos atroces en contra de bebés y niños.

Felíctas era enfermera y partera en el estado de Veracruz, en su infancia tuvo una relación antisocial con las personas, mientras que por parte de su madre sólo recibía rechazo. Se casó y divorcio después de haber dado en adopción a sus hijas gemelas

Tras no poder superar el hecho de regalar a sus hijas y perder a su marido se trasladó a la Ciudad de México. Alquiló un ‘cuarto’ en la colonia Roma e instaló un consultorio para mujeres embarazadas. Tiempo después comenzó a atender abortos de mujeres solteras y casadas que no deseaban ser madres.

¿Qué hacía con los bebés?

Resulta que esta mujer cobraba a las mujeres adineradas por deshacerse de sus hijos, practicándoles abortos clandestinos. Los bebés iban a parar al drenaje, sí, así como lo lees, los tiraba al caño. En otros casos si los menores permanecían con vida los daba a otras familias para que fueran adoptados. En el peor de los casos 'La trituradora’ se quedaba con ellos, y esto era lo peor, porque de su parte sólo recibían maltratos.

Felícitas recaudó dinero suficiente para hacerse de un negocio, abrió una miscélanea -que también fungió como clínica clandestina- en la calle Guadalajara No. 69, llamada “La Quebrada”.

‘La Ogresa de la Roma’ asfixió, envenenó, estranguló, y apuñaló a decenas de inocentes. Ya muertos procedía a descuartizarlos. Los restos los tiraba a las alcantarillas, a veces en basureros y otras veces los incineraba en una caldera. Tal era la maldad de esta mujer que incluso llegó a quemarlos y descuartizarlos ¡vivos!.

Un día la alcantarilla del edificio donde vivía Sánchez Aguillón se tapó, el dueño, llamó a un plomero  y a albañiles. Los albañiles levantaron el piso para poder acceder a la tubería, cuando llegaron a ella se llevaron una enorme la sorpresa. En la alcantarilla había un enorme tapón de carne putrefacta, gasas y algodones ensangrentados.

Letra Roja.