En mayo de 2016, Rodrigo Duterte llegaba a la presidencia en Filipinas. Y comenzaba una guerra sin cuartel contra el narcotráfico. Guerra que se ha saldado con decenas de miles de traficantes y drogadictos muertos o encarcelados y el propio cuerpo de policía en entredicho por su corrupción manifiesta. Ahora, Duterte quiere rebajar los derechos de los más pequeños.
En su momento, el presidente de Filipinas se comprometió a evitar que los traficantes utilizaran a los niños como correo de droga. Una buena idea en el fondo, que podría derivar en una implementación desastrosa. Y es que los aliados del presidente filipino están trabajando en una nueva medida encaminada a rebajar la edad de responsabilidad penal a 9 años. A la vez, un proyecto de ley pretende restaurar la pena de muerte en el país.
Actualmente, la edad mínima en la que un niño puede entrar a la cárcel es de 15 años. De aprobarse las nuevas medidas, podría darse la situación de que niños de tan solo 9 años fueran condenados a muerte.
Esta posibilidad ha provocado la indignación de las organizaciones para la defensa de la infancia. En concreto, Unicef considera que una ley de este tipo es “mala desde todos los ángulos”, según declaraciones a The Guardian de la responsable de Naciones Unidas para la Infancia en Filipinas, Lotta Sylwander.
Los aliados del presidente filipino están trabajando en una nueva medida encaminada a bajar la responsabilidad penal a 9 años, así como un proyecto de ley que pretende restaurar la pena de muerte
Aparte de que va contra los derechos humanos, es muy injusto castigar a un niño de una manera tan dura por algo que nunca entendieron que era grave”, opina Sylwander.
Según Naciones Unidas, la fijación de una edad de responsabilidad penal por debajo de los 12 años “no es aceptable a nivel internacional”. Y más cuando las estadísticas de la policía demuestran que menos del 2% de todos los delitos son cometidos por niños menores de 15 años. Unas cifras pírricas que Duterte ha ignorado por completo.
Por otro lado, la posibilidad de que un niño entre en la cárcel tan joven es contraproducente, ya que puede condenarlo a la delincuencia de por vida. Lotta Sylwander cree que la medida no disminuirá la delincuencia juvenil y puede hacer del niño un criminal bien entrenado, al ser prácticamente criado con otros delincuentes.