Thursday, 18 de April de 2024

Nacional

Lupita, la poblana que hila tradiciones prehispánicas, será galardonada por el Fonart

- Foto: Especial

María Guadalupe, “Lupita”, recibirá este año el Galardón Presidencial, por su trabajo y dedicación en la artesanía textil mexicana.

Por SinEmbargo /

Lupita nació entre hilos de algodón y creció observando cómo su abuela y su madre los transformaban en piezas únicas. Habla orgullosa su lengua natal, el náhuatl, y viste las prendas que dan identidad a su región bordadas por ella misma.

María Guadalupe Pizarro López, Lupita, es la artesana que este año recibirá el Galardón Presidencial, la máxima presea del sector, en la ceremonia de Premiación del XLII Concurso Gran Premio Nacional de Arte Popular, que organiza el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) de México.

Su trabajo y dedicación en la artesanía textil mexicana han sido reconocidos a sus 32 años tras concursar con un trabajo único que elaboró durante un año; un juego de manteles hecho con el telar de cintura y acabados a mano con bordados del árbol de la vida.

Su historia se teje desde la comunidad de Cuautamazaco, en Cuetzalan del Progreso, una pequeña localidad de la Sierra Norte de Puebla, en el centro de México, que se encuentra escondida tras la bruma y en donde las costumbres no le temen al paso del tiempo.

Fieles a su origen, los habitantes de estas comunidades conservan las lenguas indígenas y la vestimenta propia de la región.

María Guadalupe Pizarro López, a quienes todos conocen como Lupita, se interesó desde muy pequeña en el trabajo que hacía su madre.

“Mi mamá trabajaba tejiendo para que nosotros pudiéramos comer, estudiar y vestir; (a base de eso) aprendimos y más adelante empezamos a ampliar más las artesanías”, señala en entrevista para Efe.

A los nueve años, comenzó a tejer utilizando el telar de cintura, una herramienta tradicional maya con la que las mujeres elaboraban diferentes atuendos.

Su madre y abuela le enseñaron todo tipo de técnicas y bordados y, poco a poco, ella y sus hermanos los fueron mejorando.

“Es un trabajo complicado”, confiesa desde su taller. La precisión y paciencia son claves a la hora de bordar y es que son horas, días, semanas y meses los que dedican a una sola pieza.

Una blusa tradicional de mujer, denominada huipil, requiere dos meses de trabajo, dedicándole siete días a la semana con jornadas de ocho horas.

“Ojalá toda la gente supiera valorar el trabajo de las artesanas”, declara Lupita mientras borda a mano una camisa en la que lleva semanas trabajando.

“Los que nos compran más son los extranjeros; llegan, te piden la prenda y se la llevan” sin rebatir los precios, comenta Guadalupe.

Lupita tiene cuatro hermanos y una hermana. “Todos saben tejer y bordar desde pequeños”, comenta.

Junto con su madre pusieron en marcha el taller artesanal Mazatzin, en su comunidad.

“Uno de nuestros objetivos es vivir de la cultura, transmitir la cultura por medio de los textiles y bordados”, señala a Efe Pedro Martín, hermano de Lupita.

Para él y sus hermanos el arte textil va más allá de simples bordados. “Para nosotros es seguir escribiendo esas escrituras que dejaron nuestros abuelos; esas historias, mitos, cuentos que están en los textiles, presentamos a la madre Tierra, a la madre del maíz, de los hombres”, describe.

Cada uno de los hermanos se especializó en un área diferente; confección y corte, bordado, telar de cintura o acabados. Pedro es el encargado de diseño. “Cada dibujo, cada puntada, lleva un sentido”, afirma.

Entre los productos que ha diseñado y a los que luego da vida Lupita, se encuentran bolsos, carteras, fundas para cojines, bufandas, vestidos, camisas para caballero y trajes de gala tradicionales, entre otros.

Todo ellos, con el afán de rescatar la época, la esencia, prehispánica.

Cada artesanía textil es única, elaborada 100 % a mano con productos locales, pues el algodón lo adquieren de productores de la sierra de Puebla.

Los precios pueden variar de los 500 pesos (26 dólares) hasta los 10 mil o 20 mil pesos (530 y mil 60 dólares).

En la actualidad, cuentan con una tienda en Cuetzalan, además del taller artesanal en su comunidad, donde trabajan hasta 30 artesanos, entre los que se encuentran jóvenes estudiantes, personas con discapacidad y adultos mayores.

“Si seguimos trabajando todos los artesanos en que no se acaben las artesanías, vamos a salir adelante con más artesanías de rescate” de la historia, dice la galardonada.

Para Lupita y su familia este reconocimiento es muy valioso y les permite invertir para mejorar sus productos. “Vamos a ampliar (el taller) y comprar más material”, señala emocionada.

“Vamos poco a poco, escalón por escalón, hasta que logremos un espacio donde el visitante pueda entrar y decir -He visto todo el proceso y me llevo un producto que no sabía cómo se hacía-“, secunda el hermano de Guadalupe.

SinEmbargo