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El Lotso que no huele a frutas, pero es igual de culero

Por E. Sarah Goza / /

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Cada vez que habla sesea y a todos nos causa ternura, nos dan ganas de abrazarlo y apretarlo fuertemente.

Su voz tierna también incita a abrazarlo fuertemente. 

Guauuu, guauuuuu, guauuuuuuuuuu.

Su cuerpo grande y frondoso igual te invita a abrazarlo con mucha ternura.

Cuando lo ves caminar por los pasillos del Congreso del Estado se te llenan los ojos de lágrimas, por la nostalgia que inspira.

Guauuuu, guauuuuuu, guauuuuuuuuuu.

Eso me recuerda el primer juguete que me compró mi “mamá humana”, justo cuando tenía 3 semanas de nacida. 

Apenas me estaban saliendo los colmillos y lo mordía con mucha ansiedad y a la vez cariño.

Guauuuuu, guauuuuuuuu, guauuuuuuu.

Lo veo y siento mucha nostalgia, pues mutilé a mi primer oso: lo dejé sin ojos, sin bracitos y sin orejitas por las sacudidas que le daba. 

Pero lo que no saben es que Sergio Salomón Céspedes Peregrina tiene una personalidad oculta. Detrás de ese ser que inspira ternura se esconde una mente retorcida, perversa, traidora y malvada como Lotso. 

Guauuuu, guauuuuu, guauuuuuuuu.

En el mundo canino y de la política no hay nada peor que las traiciones. Jamás le perdoné a la perra de Mundo Velázquez, cuyo nombre es Chuleta que me haya bajado a Doberman bien ejercitado.

Pues a Lotso Sergio no lo perdona su compadre Cesario a quien le debe toda su fortuna, pues el negocio de transporte de carga que ahora tiene el diputado, originalmente era de él. 

Pero cómo decirle que no, si no más habla y todos caemos rendidos ante su ternura. 

Esperen, voy a echarme al piso porque tengo mucho calor y dicen que con estos bochornos una entra en brama y no estoy para esas cosas. 

Otro al que también traicionó fue al diputado federal Alejandro Armenta Mier, quien lo ayudó a llegar al Congreso local y ahora hasta le organiza ruedas de prensa con alcaldes priistas para desconocerlo.

Seguramente le prometió una guardería Sunnyside en Tepeaca.

Guauuuu, guauuuuu, guauuuuuuuuuuuuuu. 

¿No les encanta mi chisme?

Pero aquí no queda todo. Ahora sí como diría mi amiga Selene Ríos, ¡Agárrenme al chamaco! Que el chisme está re bueno.

Lotso Sergio tenía un restaurantito familiar muy modesto al que llegaban los directivos de CEMEX. Todos los días iban a comer a su negocio. 

Fue cuando se le prendió el foco y se aprovechó de su compadre Cesario y su negocio de transporte de carga para hacer su mina de oro: “Compadre ¿Y si nos asociamos para llevar las cargas de CEMEX?”.

Guauuuuu, guauuuuuu, guauuuuuuuu.

Y el tonto e iluso compadre, aceptó. En poco tiempo Lotso Sergio se apropió del negocio y lo puso patitas en la calle. 

Después Lotso Sergio se hizo de un taller mecánico con su hermano Héctor y su papá. Imagínense que ahí mismo armaron sus propias unidades de carga y me cuentan que llegó a tener hasta 400, mismas que luego vendió para incursionar en la política la primera vez que buscó un huesito de elección popular.

Le pedía a los trabajadores que aprendieran a desmantelar y armar camiones de carga con la promesa de un bono que jamás llegaba.

Luego por azares del destino, conoció a Miguel Alducin un empresario de Acatzingo que tiene un negocio de grúas, del cual sin dudarlo y ni tarde ni perezoso también incursionó en el changarro y ahora tiene grúas así como corralones en Puebla, Palmar de Bravo, Amozoc, Perote, Tehuacán y Palmar de Bravo.

Guauuuu, guauuuuuuu, guauuuuuuuuuuu.

En este negocio de grúas el papá y el hermano obligaban a los trabajadores a cambiar las piezas de los carros que detenían por refacciones viejas.

Y en 2013, obligaba a los chóferes de las grúas a portar las gorras campañeras, repartir su propaganda y hablarle bonito a la gente para que votaran por él.

Así las cosas con Lotso Sergio. 

Si ustedes lo ven por los pasillos del Congreso, no se dejen guiar por su ternura y seseo, pues ¡Caras vemos, maldad no sabemos!

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