Thursday, 18 de April de 2024

La Buena Vida

Por Rolando Ochoa Cáceres / /

panza identifi

Una de las cosas que más me gusta del último disco de Diego Torres es el título: Buena Vida. Al principio, cuando me lo recomendó mi amiga Micaela supuse que sería uno de esos discos de buena vibra llenos de aliento y buena onda. Efectivamente así fue pero para una persona que por esos ayeres andaba peleado con la vida, con momentos amargos, abrazado a su gato y con hartísima comida chatarra no era precisamente una recomendación deseada (aunque las papitas y los refrescos fueron óptimos aliados de los que apenas puedo separarme).

Comencé a escuchar el disco quitándome todos los prejuicios y tabús que se nos imponen a diario, es decir, aquellos que te dicen que la felicidad es una tontería o que es para ignorantes o que es para aquellos que no quieren ver la realidad o para aquellos que todo lo tienen, los que nada sufren, y así, un infinito etcétera de éstas frases. En varias ocasiones yo también las usaba y creía que la negatividad y el pesimismo eran los que nos hacían ver la vida de manera más interesante. Entonces escuché aquél disco apartándome de todo caótico pensamiento y puse atención en lo que el disco intentaba decir o decirme o decirnos. Puedo decir que hoy por hoy es uno de esas pocas producciones musicales a las que suelo recurrir cuando siento todas las derrotas, por muy añejas que éstas hayan sido. Cuando recuerdo o se aparecen mis traumas infantiles, cuando recuerdo o se aparecen mis múltiples separaciones amorosas o sentimentales (las terriblemente dolorosas) como fantasmas o pesadillas, cuando recuerdo la muerte de mi madre o  mis muchos fracasos, mis muchas lágrimas, mis muchos rechazos, ahí el disco suena y levemente vuelvo a la tranquilidad. Uno tiene sus rituales de reencuentro.

Siempre que estoy en el aula les digo a mis alumnos que nuestra máxima revolución está en el sonreír y que después, poco a poco, todo nos irá sonriendo.

Todas las personas que habitamos éste mundo hemos pasado por momentos lindos, tristes, jubilosos, lamentables, formidables, deplorables… finalmente ¿no es eso también la vida, la buena vida?

Siempre, de alguna manera, cuando nos sentimos tristes recurrimos a leer, escuchar o buscar en internet artículos o pasajes de la vida de personas que han pasado por momentos similares y/o peores. Creemos entender desde ahí nuestra tristeza y de repente, en un abrir y cerrar de ojos sentimos que todo se disipa, que estamos bien y al instante, ¡pum! vamos para abajo de nuevo. A veces hacemos lo de Cerati, escuchar canciones tristes para sentirnos mejor. Es decir, buscamos respuestas y obtenemos un cúmulo de piezas de rompecabezas que nos dicen todo y también nada. Volvemos al caos porque parece ser una trinchera conocida… qué mas da, es mejor así. O como respondemos a veces a la pregunta de ¿cómo estás?, decimos: “Pues estoy que ya es ganancia”.

Hace un par de días, desayunando con mi padre, en la mesa de junto una familia o algo parecido estaban tomando café. Eran tres hombres y una mujer, todos adultos. El mayor de ellos cargaba con un tanque de oxígeno y el que estaba al lado estaba llorando, pidiendo consejos para salvar su matrimonio. De lo que escuché una frase revolvió todo el lugar: “debes creer en ti y debes sentirte privilegiado de disfrutar a tu padre”. Como dijera Diego Torres: “dicen que aquel que no sufre, nunca aprende a amar”.

¿Qué eso de la buena vida? Se nos ha dicho hasta el infinito que hay que perseguir la felicidad (o ¿buscarla?) y mis preguntas son ¿perseguirla a dónde o cómo o dónde se esconde o qué? He sido católico, he sido cristiano, he querido no creer, después leí sobre el zen gracias a Micaela, tuve acercamientos con el budismo, practiqué la meditación, fui runner, skater, metalero, bohemio, literato y gamer… y la pregunta era la misma ¿dónde está eso que se llama felicidad? Inmediatamente recordé la película protagonizada por Will Smith y predispuse mi fastidio: Tanto que la repiten y tantos memes que le han dedicado… En fin. Me sentí realmente ansioso y preocupado porque unos dicen que la felicidad está dentro de uno, otros le llaman el camino, otros le llaman el estar libre de culpa, otros que el universo conspira a tu favor (okeeeeeey) y esas cosas con las que uno entrecierra los ojos y se pregunta ¿de verdad? ¿en serio? ¿neta? ¿really? También no faltan aquellos que intentan influirnos con eso de que somos un milagro y que por lo mismo tenemos que estar viviendo en el mundo de la felicidad porque somos la onda de la creación (como si estuviéramos andando de un lado a otro en un video de los 80´s). Ante tanta presión a veces no sabía qué pensar y prefería caminar o llorar, sin embargo había una serie de actos que hacían todo más sencillo: la compasión y reconocer el privilegio de ayudar a otro.

Todas las religiones, todas las filosofías o rutas de vida o frases Jedi, canciones de Michael Jackson o capítulos de How I Met your Mother dicen lo mismo: haz el bien y comparte, nadie está sólo, todos somos todo y todos… Ahí hay momentos de felicidad.

La cosa es simple: ayudar o apoyar con lo que uno pueda en el momento indicado. Puede ser de manera económica, material y mejor aún, con la sonrisa, con un buen beso, con un buen abrazo o con una buena broma que haga la catarsis suficiente para sonreír. Recuerdo las palabras de aquél hombre en el restaurante: todo sería más fácil si se me recibiera con un abrazo.

Me he dado cuenta que existe un enorme abandono que permea en todos nosotros. Hay vacíos. Creo que el dragón Smaug lloraría ante tanta desolación (ya le hubieran robado todo el oro). Veo a mis héroes musicales generacionales quitándose la vida. No se diga de la violencia que abunda y que retumba en el mundo (no sólo en nuestro país hay catástrofes y malos ratos). Pregunta obligada ¿cómo ser feliz así?

No lo sé, no me arriesgaría jamás en la vida a hacer una receta de la felicidad. Sería muy ingenua y harto barata. Pero creo que el vacío está en que nadie cree en nada porque eso no es ni intelectual ni bonito ni muy acá ni muy allá. Mucho menos creer en alguien, eso ya aburre, eso es, como dicen, de hace siglos (ya no de uno). Para qué uno o una si pueden ser cuatro (¿ya está sonando en su mente la canción de Maluma?)

Pero, ¿no es el sonreír ese retorno a la creencia de que todo va a estar bien? ¿no sonríe uno para sí mismo en el espejo y se dice “va de nuevo”? ¿no al sonreír le dices al otro que hay alguien que se interesa en esa persona? ¿no al sonreírnos también sonreímos? ¿no al sonreírnos también estamos creyendo en nosotros?

La buena vida, la felicidad, la sonrisa… qué más da lo uno y lo otro. También los dolores, los malos momentos, las traiciones, las lágrimas son parte y toman parte de la vida… qué mas da lo uno y lo otro, todo es ese vals del que habla Diego Torres, todo viene y va y finalmente: Si cada lagrima te hace más fuerte/ Muerde la vida con uñas y dientes/ Hoy puede ser, que todo empiece a cambiar/ Y lo mejor, lo mejor, está por llegar.

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