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Padre luchón

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

Por qué nadie nunca me dijo que ser padre y luchón es tan difícil y agotador. Ahora comprendo a las madres solteras, a los padres solteros y a todos aquellos que han decidido incursionar en el bonito mundo de la educación de nuestros bebés.

Bueno, yo no tengo hijos jejejejejeje, tampoco se ofendan, no es que compare a los niños con los cachorritos, pero también se lleva uno su chinguita por cuidar a los perritos. Que si el veterinario, que si las vacunas, que si el corte de pelo, las croquetas, que si ya comió papel, plástico, los zapatos, los cables, la basura.

Sí, un sinfín de cosas que hacen los cachorritos y que pueden implicar un riesgo para su salud y su frágil vida (léase en tono de tristeza).

En columnas anteriores les platiqué mi experiencia con Kira, un hermoso y cariñoso maltés que se robó el corazón de mi hermana y de mi sobrino a quien calurosamente llamo Made bey. Y después de que el veterinario me odió por llamarle a cada rato hasta de madrugada e irlo a visitar todos los días pensando que algo le pasaba, ahora su único problema es el gran pelaje blanco, chino y su problema con las espinas del pasto que se le pegan al pelo.

El veterinario pensó que se había librado de mí y yo de él, pero no contábamos con que llegaría Serafina más latosa, más inquieta y destruyendo todo lo que encuentra a su paso. Se ha salvado de electrocutarse, de un severo vomito por comer plástico, de otro severo vomito por comer papel, y de una lucha a muerte con dos abejas.

Sí, el pasado fin de semana mi pequeña Schnauzer plata, tan guapa, se percató de que dos abejas africanas andaban merodeando por la casa. Sacó su instinto de cazadora y les empezó a brincar, manotear, ladrar y morder. Las abejas, por supuesto al ser africanas resultan muy bravas, por lo que respondieron al ataque de Serafina con una embestida.

Fue un duelo a muerte, ni unas ni la otra se dejaban: se atacaban, lanzaban sus piquetes mortales, sus mordidas y patas sanguinarias. Por supuesto, yo sólo veía de lejos rezando a Dios que nada le hicieran a Serafina, no me podía acercar porque soy alérgico al piquete de abeja, pero desde lejos le echaba porras a mi niña que me defendía.

Pero jamás pensé que un perro podría ser picado por una abeja. En fin, Serafina ganó la batalla pero de pronto vi que su felicidad, inquietud, locura y felicidad se tornaron en tristeza, pasividad, y sólo quería dormir. Pregunté si le podía pasar algo al pelearse con 2 abejas, me respondieron que sí y lo más conveniente sería llevarla al veterinario.

No lo dudé ni un instante, agarré su pañalera, su mantita, la cargué, la tapé y salimos corriendo al veterinario en plena lluvia como cuando un niño se enferma o sufre un accidente, me sentí pamá luchon@. Corrí al carro y arranqué. Mientras iba en el camino, sólo rezaba a Dios, a los ángeles y a todos los santos que no le pasara nada a Serafina.

Para no hacerles el cuento largo, la veterinaria me dijo que los perritos también pueden ser alérgicos a los piquetes de abeja, que se hinchan, se intoxican, o hasta pueden tener un colapso, dejan de respirar y ahí quedan tendidos.

—¿Cuánto tiempo tiene que la picaron?

—30 minutos.

—Ah, entonces no le pasó nada. Si le hubieran picado, ya se estaría colapsando o estaría muerta.

La veterinaria resultó tan insensible como los doctores, en lugar de sentirme feliz, tranquilo y apaciguado, pasaron una serie de eventos desafortunados por mi mente: los colapsos, Serafina tiesa, las malditas abejas, los malditos piquetes, Serafina sin poder respirar y todo lo que eso desencadenaría.

Pero afortunadamente sólo tuvo una hinchazón en el cuello que le duró 24 horas, lapso en el que no se dejó acariciar o agarrar por obvias razones.

Y así fue mi historia de este fin de semana de pamá luchon@.

Por cierto, justo en estos momentos, ahorita que estoy escribiendo esta columna, Serafina se ha caído del sillón de la sala de CENTRAL y se torció una patita. Lamento haber alertado a todos mis compañeros al decir que se quebró una patita, pero es que la vi tan indefensa, con su papita dobladita que pensé lo peor.

Moraleja: encierren a sus niños y mascotas en una burbuja

¡Claro!, chinguen al guapo. 

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