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Cualquier desgracia es una oportunidad bien capitalizada

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

La neta esta columna no tiene nada que ver con el título, pero no se me ocurrió otro.

Tampoco sufrí una desgracia comunal y menos suelo capitalizar las oportunidades.

Esta es otra columna de las que suelo escribir.

De aquellas en las que les platico sobre algo que me pasó, dije o hice.

Como en mi primera disco de noche, en la que golpeé a una muchacha al hacer la coreografía de la Calle de las sirenas.

O en los XV años de mi prima Peque en donde también golpeé a una señora por hacer la misma coreografía, aunque esta vez incluí unas maracas que nos habían dado en la pachanga.

Eso de golpear gente “sin querer queriendo” siempre se me ha dado, ya sea en las fiestas, el transporte público, en la iglesia y en todos lados como la Vitacilina.

Gracias a mi torpeza, algunas veces he ganado amigos y otras también, unos menos como enemigos, pero al final siempre triunfando.

La más reciente fue en la carrera del Color run la semana pasada. Ahora que soy un runner profesional tengo la necesidad de correr todas las carreras y maratones.

Y ahí estaba, soñando despierto.

Me ponía mi balerina, mis tenis de corredor, mi shorcito sexy, mi playerita de color run, y soñaba con ganar el maratón, con ganar las olimpiadas, con ser el más veloz.

Así me fui todo el trayecto de mi casa a la Estrella de Puebla. Como ya estaban cerrados los accesos a la ruedota, tuve que caminar del CIS y pensaba “ninguna de las personas que van a mi alrededor son competencia y una amenaza.

Llegué al punto de encuentro, encontré a mi equipo runner, ya no me dio tiempo de calentar, pues se me hizo tarde.

Justo 5 minutos antes de salir empecé a estirar  y entonces sucedió.

De pronto, estiré bruscamente mi pierna derecha para hacer mis ejercicios de calentamiento y golpeé fuertemente en el estómago a una muchacha.

Le saqué el aire. La pobre se dobló del dolor y se quedó hincada.

—¡Ay Dios! Qué pena, discúlpame, te juro que no fue intencional, sólo estaba estirando ¿Estás bien? De verdad perdóname— le dije a la chava muy apenado al mismo tiempo en que agitaba mis bracitos sin saber qué hacer, seguir calentando, auxiliarla, prepararme para la salida o irme a mi casa.

—Nooooo-ooooooo-ooooooooo teeee-eee preocupes uuuggggg. Uuuuuug (léase en tono de persona a la que le sacan el aire).

Tú sigue con la carrera y déjame aquí.

—No, cómo crees. Me esperaré contigo.

La quise levantar, pero no se dejó, sus amigas la auxiliaron.

Y en eso, anunciaron la salid.

—Bueno amiga, sin rencores por favor.

Así me fui y nunca la volví a ver. No supe si recuperó el aire, si terminó la carrera y si no le lastimé el estómago.

Moraleja: Fíjense si hay gente atrás de ustedes en todo momento.

¡Claro! Chinguen al guapo.

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