Friday, 19 de April de 2024

Chinguen al Mundo

Por Yonadab Cabrera / /

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¿Qué no harían ustedes por sus amigos?

Hay amigos que te donan algún hueso u órgano sin importancia, que te cubren para que te vayas con tu novio o novia y dicen que te quedarás con él.

Hay amigos que son tus alcahuetes, que te consuelan cuando el novio o la novia te deja, que te pagan la peda, te invitan a comer, hasta te ponen a la comadre o al compadre.

Después de tantos años de amistad y de tantas cosas que pasan juntos, lo que menos esperarías es que te regalen su playera favorita, su gorra favorita, o HASTA SU LIBRO FAVORITO.

Sí, cualquier amigo podría hacer eso, menos Edmundo Velázquez alias Sigismundo, quien casi se infarta al pedirle una prueba de la única y verdadera amistad.

Sigismundo y yo somos amigos desde el Kinder. Desde entonces yo lo “buleaba”, la pellizcaba los cachetes, le jalaba los cabellos e imitaba su voz de Calamardo.

Pero también como buen amigo, lo apoyaba y lo apoyo mucho. Lo apoyé cuando salió en la fonomímica del pueblo —en nuestro natal Tangamandiapo— a pesar de que decidió vestirse de Linda y cantar Gira que gira.

Lo apoyé en su etapa de Hipster y de Dragqueen.

Siempre ha contado conmigo.

Pero un día nublado, lluvioso, frío y desangelado, rompió mis ilusiones de la única, gran y verdadera amistad como en La Cenicienta.

¿Cuál fue mi pecado?

Pensar que no le importaría quedarme con un libro que me prestó hace un año.

Para ser exactos el de Los hombres que no amaban a las mujeres.

Ya ni se acordaba de él, ni siquiera sabía que existía, ni recordaba que lo había leído. Es más, ni de qué trataba.

Pasó todo un año sin saber que existía su “libro favorito”.

Hasta ayer que en la redacción de CENTRAL, se les ocurrió hablar de la película basada en dicho libro.

Todo transcurría tranquilo, hablaban de la adaptación de la película, los efectos especiales, que si la sueca fue mejor que la gringa hasta que:

—Por cierto Yonadab ¿Y mi libro?— preguntó Sigis con sus ojos muy abiertos y su pose de señora de Polanco.

Escupí el trago de agua que le di a mi botella, bañé mi computadora y casi atragantándome pregunté:

—Rrrrhhhh ¿Cuál libro?— dije tratando de no ahogarme.

—Mi libro de Los hombres que no amaban a las mujeres.

—¿Cuál?

—No te hagas pendejo, ¡Mi libroooooo!

Para quienes no conocen a Edmundo Velázquez —reportero de CENTRAL y director de Página Negra— es muy quisquilloso y cuando algo se le mete a la cabeza, no se le sale... y no es albur.

Y entre tantos cuestionamientos e insistencias, tuve que reconocer que lo había donado a una niña que quería fomentar su acervo cultural.

La idea no le gustó a Sigis y cual abonero me empezó a cobrar su libro en Facebook, Twitter, hizo una pancarta, me agregó a su lista negra de deudores, y empezó a decirle a toda la gente que yo no pagaba, que por nada del mundo me prestaran dinero, libros y hasta al marido.

Moraleja: Los años de amistad no siempre resultan tan confiables.

¡Claro, chinguen a Edmundo!