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Spinning asesino

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

Amigos, regresamos de unas cortas pero muy merecidas vacaciones.

Lo malo es que ni en mis vacaciones la mala suerte me deja descansar, creo que es cuando arrecia.

No pasaba día sin que algo me sucediera: me quedé sin agua a medio baño, tuve que ir al baño en los matorrales de la Sierra Norte de Puebla con el riesgo de que una culebra me mordiera la cola.

Una sanguijuela se me encarnó en la pierna izquierda, al nadar en un nacimiento de agua muy bello, me pegué en el pie derecho con un tronco y no pude caminar en dos días, casi muero por comer comida caducada, entre otras catástrofes.

En fin, otro día con más calma les cuento sobre esos desventurados sucesos.

Lo que hoy les contaré trata sobre los riesgos que corremos todos los mortales cuando vamos al gym, de los cuales ya he dado cuenta en otras entregas.

Jajajajaja

¡Qué mamón me leí!

De todos los peligros que puedes tener en un gimnasio, siempre pensé que el spinning era el lugar más seguro, pero me equivoqué y una vez más, mi error casi me cuesta la vida y el honor,

Una mañana normal de gym, me encontraba en la súper clase de spinning, me sentía muy seguro de mi cuerpo, de mi resistencia, de mi condición y de mis piernas tan espectaculares.

Mientras el resto de los asistentes a la clase sacaban la lengua, bufaban, se bronco aspiraban o simplemente hacían ruidos extraños propios del cansancio y el dolor, yo sonreía con la entrenadora, era como un día de campo para mí.

Claro, un día de campo hasta que pasó lo inimaginable: pedaleaba a 100 de velocidad (como quiera que sea la medida, sólo sé que es mucho y duelen las piernas), mi bici estaba a nivel 14 de resistencia (lo que quiera que sea).

Cuando de pronto, el manubrio se fue hasta abajo, quedó como de persona de baja estatura y yo casi me voy de boca, quedé colgado y no me desnuqué o me di una marometa con todo y la bicicleta, pero gracias a que estaba bien “amarrado” de los pies sólo me quedé colgando.

Ni para atrás ni para adelante, no podía hacer nada, me quedé como conejo colgado en una trampa. Y así estuve unos segundos hasta que la guapa y muy bien torneada instructora fue a salvarme. Me liberó de los pedales, me ayudó a bajar de la bici y subió el manubrio.

Así fue otro día más en el que arriesgo la vida en el gimnasio.

Moraleja: no se confíen, cualquier área de un gym puede ser peligrosa.

¡Claro! Chinguen al guapo.