Friday, 19 de April de 2024

Fantasías animadas de ayer y hoy

Por Yonadab Cabrera / /

 

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Hace unos días vi un post en Facebook que puso una de mis queridas y adoradas tías sobre los pasos que hay que seguir para aprender a andar en bici. De acuerdo con esa publicación, puedes aprender a pedalear en 3 sencillos pasos.

Los comentarios no se dejaron esperar, mis hermanos, primos, primas, tíos y hasta mis tías y mi mamá con su raro síndrome de “mamás solucionadora de problemas (sic)” aportaron sus opiniones. Sí, mi mamá y mis tías son algo así como Alvín y las Ardillas, saben hacer de todo, pero además siempre quieren enseñarte u obligarte a hacer las cosas como ellas saben.

Los trastes los debes de lavar como ellas dicen, debes trapear como ellas te enseñaron, te instruyen para andar en bici, para aprender a conducir un auto a gran velocidad, para hacer reparaciones eléctricas, de plomería, de albañilería, cocinar, y cosas que no saben también te enseñan a hacerlas.

Jajajajajajajajaja.

Bueno, esa es otra historia.

El caso es que me encontraba muy feliz leyendo los comentarios, los ataques familiares, el bullying familiar, hasta que me alcanzó esa guerra, pues una de mis primas recordó un episodio que creí borrado, que pensé que ya estaba olvidado en lo más recóndito de mi memoria y de la de toda mi familia, pero erré una vez más.

Desde que leí el comentario tan acertado que escribió mi prima, no puedo dormir, tengo pesadillas, sudo frío, tiemblo, tengo ataques de ansiedad y siento mucho temor de subirme a mi bici, a pesar de que soy un ciclista Pro que bien anda por las arenas del Popo, el frío de la Malinche, la nieve del Izta, la lava del volcán de Colima y las aguas contaminadas de Valsequillo.

Ya no me puedo subir a mi bici, tengo miedo de lo que me vaya a pasar y es que hace muchos, pero muchos años. A lot of time (Léase como narrador de película en inglés tipo El Señor de los Anillos). Cuando tenía 5 años decidí aprender a andar en bici, mis primos mayores andaban en sus bicicletas por toda la calle y no me quise quedar atrás.

Le dije a una de mis primas que me enseñara. Entonces me subió a su bici rosa, me sostuvo del asiento y manubrio y empecé a pedalear. Me sentía como una bella mariposa tremolando,  como un delfín sorteando el agua, un halcón atravesando las nubes, y de pronto la velocidad aumentó.

—Prima adorada y bonita, considero que es hora de parar— dije amablemente, pero no recibí propuesta.

—Siento que la velocidad ha aumentado considerablemente— insistí pero tampoco hubo una reacción.

—Adorada y bella prima es momento de frenar— pero parecía que le hablaba al aire o a una abeja, y la velocidad seguía aumentando considerablemente.

Se me hizo raro, ya no sentía su cuerpo ni sus manos, ni su presencia a mis espaldas. Como pude volteé hacia atrás y fue mayor mi sorpresa, ya me había soltado como medio kilómetro antes. Me asusté, no sabía cómo parar, quise aventarme al vacío pero no pude por miedoso, quise bajar mis pies al piso pero no alcanzaba, la bici no se detenía y parecía que había cobrado vida propia.

La bici se conducía solita, me llevaba por donde quería, ella tenía control sobre mí, fue cuando me aterré y la bici como caballo desbocado aumentó la velocidad —¡Auxiliooooooooooo! ¡Ayudaaaaaaaaaa! ¡Ayúdenme por favooooooooooor! ¡Helpme! (bueno en ese entonces no sabía inglés— grité despavorido por toda la calle, la gente sólo se quitaba, todavía agarré más velocidad y la maldita bici me llevó hacia unas bajadas muy prolongadas.

Allí, justo a la mitad de la bajada más fea que alguien se pueda imaginar, unos adolescentes intentaron detenerme, pero como se dieron cuenta que no podrían hasta se aventaron a un lado para que no los arrollara. Gracias a Dios en ese entonces no había tantos carros y había una gran zanja al final de la pendiente.

Cuando vi la zanja, imaginé lo peor, que hasta ahí quedaría mi corta vida. Cerré los ojos y aflojé el cuerpo, de lo demás ya no me acuerdo, creo que me desmayé y reaccioné hasta que mis primos me reavivaron y despertaron. La bici cayó unos 3 metros delante de mí, yo no me pude parar y estuve incapacitado todas las bonitas vacaciones del verano del 88.

Meses después, superé mi trauma, me animé a subirme a una bici y aprendí, pero el golpe de la vida ya lo tenía.

Moraleja: Es tan bonito tener tantos primos, hacen tu vida más amena, feliz y riesgosa.

¡Claro! Chinguen al guapo

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