Thursday, 18 de April de 2024

Cuando te quedas afuera

Por Yonadab Cabrera / /

yonachinguen ident

Canten conmigo al ritmo de La maldita primavera

Fue más o menos así,

Prisas, Serafina y clases del gym.

Y se reían de mí,

Dulce embustera,

La maldita puerta....

Me había despertado muy temprano, para ser exacto a las 6:45 de la mañana.

El objetivo: llegar temprano al gimnasio para la muy buena clase de Body Step, la misma que nunca he tomado, pero muero por hacerlo con el tan prominente instructor.

Total, me apuré para llegar a las 9 de la mañana al Nelson Vargas: hicimos la caminata matutina de Serafina, la presioné para que hiciera rápido pipí, popó y olfateara todo; me apuré a preparar el desayuno, mi fruta con miel y granola, mi sándwich de jamón, mi gelatina y café con leche y el desayuno de Serafina.

Subí a mi recámara a planchar mi camisa “rosa retro”, acomodar mi maleta, tender mi cama, sacudir la ropa.

Bajé corriendo con mi maleta y mi camisa en la mano izquierda, con la derecha llené mi vaso de agua, olvidé a Serafina adentro y también mis llaves, salí corriendo y cerré la puerta.

—¡Me lleva la chingada! Dejé las llaves adentro y a Serafina ¿Y ahora?— grité desesperadamente como si el mismísimo Diablo me hubiera robado mi alma, hasta espanté a las señoras que llevaban a sus hijos a la primaria.

Claro, las señoras moralinas le taparon los oídos a sus pequeños hijos.

—¡Puta madreeeeee! ¿Qué voy a hacer— seguía blasfemando mientras las señoras moralinas seguían pasando.

Pensé en tocar la puerta de mis primos, pero recordé que se van temprano a la escuela.

Le llamé a mi mamá para saber si había dejado una llave en alguna maceta, pero ni me contestó y ni hubo llave en las rosas.

El tiempo seguía transcurriendo, no paraba y la desesperación se apoderaba de mí. Recordé que hace meses también se cerró mi puerta y con una credencial del trabajo logré abrirla.

—¡Geniaaaaal! Las credenciales del trabajo están en la guantera del coche y las llaves del coche están adentro de la casa... ¡Me lleva la chingada!— seguía lanzando mis improperios.

Y ninguna de mis dos opciones anteriores era viable: tocarle a mis primos o las credenciales.

Mi tercera opción era más entusiasta pero menos real. Al mirar hacia arriba, me di cuenta que había dejado levemente abierta la ventana de mi cuarto. Por supuesto, se me prendió el foco y dije “¡Eureka! Por ahí entraré.

Lo malo, es que no sabía cómo llegar a la ventana de la recámara y lo más lógico era pedir prestada una escalera, pero no, sólo se me ocurrió encarrerarme, hacer una vuelta de carro, dos mortales hacia atrás, un giro de tornillo, pararme de manos en el marco de la ventana y entrar de un salto con 10, mejor que un gimnasta olímpico.

O colgarme de la ventana de mis primos como Spiderman, lanzar mi telaraña hacia mi ventana, colgarme y entrar.

Pero, no, ninguna de las dos opciones eran viables porque nunca aprendí gimnasia viendo “Mister T”, ni siquiera aprendí a darme una vuelta de carro, o una maroma en el piso, menos pararme de manos o de cabeza.

Y cuando ya veía todo perdido, cuando eran 9:15 de la mañana y ya no había posibilidad de llegar a la clase que siempre he deseado y anhelado, se me prendió el foco. Agarré una de mis tarjetas de crédito y después de estarla metiendo en la chapa, por fin pude abrir, rescatar a Serafina y agarrar mis llaves.

Moraleja: Lleven a sus niños a practicar gimnasia, nadie sabe cuándo puede ser indispensable y de vital importancia.

¡Claro!, chinguen al guapo.