Saturday, 20 de April de 2024

Cultura

Deadpool: una película sangrienta de superhéroe

- Foto: Garuyo

Wade Wilson (Ryan Reynolds) es un exsoldado dedicado a amedrentar personas por encargo. Después de que le es detectado cáncer, acepta someterse a un extraño tratamiento que supuestamente tiene por objeto curar la enfermedad y convertir al paciente en superhéroe.

Por Garuyo / /

Cuando comenzó a circular en la web el rumor de que Deadpool tendría su propia película, los miedos inmediatamente se postraron sobre la clasificación, pues las cintas de superhéroes por excelencia se producen teniendo en mente a las audiencias de todas las edades.

Lo anterior implicaba que los raudales de sangre, lenguaje obsceno y humor que caracterizan al personaje serían desechados de tajo, en pos de asegurar abarrotamiento de salas con una clasificación incluyente, a lo cual debía sumarse que Deadpool ya había debutado en el cine –de una forma vergonzosa- en la nefasta X-Men orígenes: Wolverine.

Las preocupaciones eran mayúsculas, pues, pero afortunadamente Fox tuvo los cojones suficientes para sepultar cualquier temor y entregar la película para adultos que requería el personaje.

Wade Wilson (Ryan Reynolds) es un exsoldado dedicado a amedrentar personas por encargo. Después de que le es detectado cáncer, acepta someterse a un extraño tratamiento que supuestamente tiene por objeto curar la enfermedad y convertir al paciente en superhéroe.

Pronto descubre que hay otras intenciones detrás del misterioso proceso, el cual lo deja deformado y con habilidades regenerativas, y decide cazar uno por uno a los responsables de arruinar su vida y apariencia.

Desde su arranque, la película enfatiza que mantendrá apego total a una de las características esenciales de su contraparte en cómics: el humor que rompe la cuarta pared.

La secuencia de créditos iniciales es un brillante despliegue de hilarantes referencias que van desde el accidentado pasado de Reynolds en el cine de superhéroes, hasta el aparato de negocios hollywoodense (“escrita por los verdaderos héroes de esta película”, “dirigida por una herramienta a la que se le pagó demasiado”, rezan un par de entradas).

Una vez dejado claro el sentido del humor, la película opta por dar exposición a través de saltos temporales, es decir, sin sujetarse a órdenes cronológicos, decisión interesante si se considera que a final de cuentas es el obligado filme de orígenes que cumple con todos los arcos que el cine de superhéroes exige.

Lo anterior sirve para no reservar hasta la segunda mitad –como suele pasar con estas producciones- el potencial de su personaje central, permitiendo que la audiencia presencie desde los primeros minutos la carnicería y vocabulario por los que arriesgadamente apostó el estudio.

Deadpool está plagada de las mejores intenciones y fan service imaginables, pero también es víctima de su limitadísimo presupuesto (58 millones de dólares, cuando a esta clase de películas se les autorizan en promedio sumas superiores a los 150 millones), situación reflejada en la falta de variedad de locaciones y en ciertas escenas anticlimáticas que se sienten filmadas apresuradamente.

También queda la sensación de que un director con experiencia hubiese sido determinante con la violencia y secuencias de acción. Hay sangre y desmembramientos, sí, pero nunca llegan al deliberado festín gore hiperquinético que inicialmente se antojaba.

Aun con sus fallas, Deadpool es una película por la cual Fox merece todo el reconocimiento del mundo, pues apostó por un personaje medianamente popular para demostrar que el cine de superhéroes necesita la sangre, lenguaje y desnudos que es habitual ver en viñetas. Los fans adultos de los cómics requieren ver adaptaciones con cojones.

 

Garuyo

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