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Domingo, 01 Febrero 2015 13:36

¿Puede haber democracia sin votos?

Las elecciones son uno de los pilares fundamentales de la democracia y son el mecanismo más común para la transferencia de poder.

Por : Animal Político

En 2014, unos 1.500 millones de personas votaron en más de 100 elecciones alrededor del mundo.

Fue una cifra récord que ratifica que una de las ideas más arraigadas de nuestro tiempo es que, en los sistemas democráticos, los ciudadanos eligen a sus representantes a través del voto.

Las elecciones son uno de los pilares fundamentales de la democracia y, aunque hay diferencias en la forma como los países las llevan a cabo, son el mecanismo más común para la transferencia de poder.

Y no sólo sirven para elegir a presidentes o primeros ministros, sino también representantes locales, miembros de organizaciones o políticas públicas.

“Creemos que las elecciones son el medio idóneo para vivir en democracia”, le dice a BBC Mundo Sandra Elena, directora del programa de Justicia y Transparencia en el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), en Argentina.

“No consideramos que por ahora exista otro mecanismo alternativo que pueda suplir esta forma de elegir, por lo menos no hemos visto ningún ejemplo en países democráticos”, agrega.

Pero no todos consideran que la democracia sea el mejor modelo ni que las elecciones tal y como las conocemos sean el método más efectivo para elegir a nuestros líderes.

Entonces, ¿qué otras opciones hay?

Lea también: ¿Qué piensas acerca de la democracia en el mundo moderno?

Gobierno escalonado

La edición de enero de 2015 de la publicación investigativa Journal of Democracyestá dedicada a responder una pregunta: ¿Está en declive la democracia?

Los autores explican que los problemas más notorios de la democracia se encuentran en su atractivo y su legitimidad para los ciudadanos.

En su opinión, hay decepción porque hay democracias que no han logrado progresar y tienen problemas como corrupción, servicios públicos deficientes o un crecimiento económico pobre.

Esos sentimientos pueden llevar a que algunos evalúen, dentro del mismo modelo y casi siempre de manera puramente teórica, si hay opciones que puedan resultar más efectivas para los retos que enfrenta un determinado país.

El Gobierno por Democracia Escalonada (TDG, por sus siglas en inglés) es uno de esos casos.

Según consta en la plataforma de debates TED, se trata de un sistema que elimina a los partidos políticos de la ecuación y basa la democracia en pequeños grupos locales, de barrio, que pueden tener desde 25 miembros hasta 200.

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El intento de Reino Unido

En 2011, Reino Unido realizó un referendo para preguntarles a los votantes si querían cambiar la forma como elegían a sus parlamentarios en elecciones generales.

En vez de votar por un candidato, los electores podían decidir si querían ordenar a varios candidatos en orden de preferencia.

Estas preferencias podrían ser usadas para decidir el resultado de una elección en casos donde ningún candidato lograra más del 50% de los votos.

La propuesta fue rechazada por el electorado.

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En ellos, todos forman parte de una comunidad y pueden ser elegidos. No hay candidatos ni hay campañas.

Cada año, cada barrio elige a un representante, varios barrios forman un distrito y el proceso escala hasta llegar a la cima, donde gobierna un consejo de líderes.

Según su creador, Dave Volek, este sistema por escalones les permite a los representantes tener una credibilidad alta porque conocen de cerca a sus comunidades. Y esto a su vez le da legitimidad a todo el sistema.

Raphaël Canet, de la facultad de Desarrollo Internacional y Globalización de la Universidad de Ottawa, en Canadá, cree que modelos que propongan grupos pequeños como base permiten una democracia mucho más directa.

Canet le dice a BBC Mundo que es preferible tomar ciertas decisiones en esos niveles más pequeños, como decisiones ambientales o de diversidad cultural.

Pero Sandra Elena, de Cippec, dice que un sistema como el que propone Volek tendría problemas prácticos.

“Me parece que la implementación de ese sistema sería muy complicada más allá de analizar el impacto concreto”, dice.

“Un liderazgo de un presidente o un primer ministro, si es un liderazgo que lleve a velar por el interés nacional, es importante. No siempre los intereses de los distintos grupos se pueden conciliar y una persona que tenga una visión de conjunto del país es algo positivo no negativo”.

Pagar por votar

Otras opciones proponen evitar que los políticos elegidos sean los que tomen todas las decisiones.

Más bien, a través de referendos o peticiones, buscan que los mismos ciudadanos determinen el camino que tome una ciudad o un país.

Un ejemplo de esto es Suiza, que les da a sus ciudadanos un poder muy importante a la hora de participar en el proceso legislativo.

A través de frecuentes referendos a nivel nacional o de cantones, los habitantes de este país escogen desde políticas de inmigración hasta el desarrollo de la infraestructura ferroviaria, pasando por las reservas de oro del país.

Pero uno de los problemas que han encontrado los expertos al analizar las elecciones es que muchos ciudadanos no parecen interesados en el proceso democrático.

En el caso de Suiza, la participación ronda el 40%, según el portal SwissWorld, que forma parte del Departamento Federal de Asuntos Exteriores.

Así, una de las propuestas alternativas, descrita en la página Freakonomics, sugiere que una persona debería poder votar tantas veces como considere necesario y no una única vez, como está permitido ahora.

Pero debe pagar por hacerlo y cuanto más lo haga, más le vale. En otras palabras, un voto tiene un precio de US$1, el segundo de US$4, el tercero de US$9, y así sucesivamente.

Esto, en opinión de sus defensores, garantiza que las personas voten tanto como les interesa el resultado de la elección. Pero el sistema es criticado porque puede favorecer a los más ricos y fomentar la compra de votos.

“Sería un sistema donde la gente que tendría más dinero podría elegir a los representantes”, dice Sandra Elena, de Cippec, sobre los modelos donde un ciudadano pagaría por votar. Ella dice que personalmente le parecería hasta antidemocrático.

De manera similar a esta propuesta, dos economistas, Jacob Goeree y Jingjing Zhang, desarrollaron un sistema que les permite a los votantes demostrar la intensidad de su voto.

Cada persona apuesta por un proyecto comprando votos y recibe como devolución el promedio de todos los demás pagos.

El plan que reciba la apuesta más grande es seleccionado y, según los proponentes, es una forma racional y balanceada de elegir.

Pero también reconocen -aunque no lo comparten- que hay quienes creen que los electores moderados pueden salir afectados por quienes apuesten más y quieran comprar la elección.

De cualquier modo, Jacob Goeree y Jingjing Zhang consideran que las elecciones tradicionales son “ineficientes” y con frecuencia no logran resultados óptimos.

Y no están solos en esa crítica.

De ahí que ellos, como muchos otros, se hayan dedicado a buscar alternativas.

Pero al final queda una pregunta: ¿Cambiará alguna vez de manera drástica la forma como votamos?

Para Sandra Elena, en vez de buscar nuevas vías, lo importante es más bien cómo fortalecer el sistema democrático que tenemos hoy.

“Hay muchos elementos y muchos procesos para fortalecer la democracia que incluyen el sistema de elecciones como está, y tal vez mejorarlo, pero no cambiar radicalmente el sistema”, concluye.

SinEmbargo