Thursday, 25 de April de 2024
Martes, 21 Abril 2015 09:20

Víctor Jara y la justicia: Cuando le cortaron al poeta las manos

El juicio a Barrientos tiene una gran carga simbólica, pues se trata del asesino material del artista que fuera detenido el 11 de septiembre de 1973, junto a otros 200 militantes del Partido Comunista, cuando un Golpe Militar encabezado por el general Augusto Pinochet (1915-2006) derrocó al gobierno democrático de Salvador Allende (1908-1973) e inició una cruenta dictadura en Chile que terminó recién en 1990

Por : Sin Embargo

La noticia de que el asesino y torturador del cantautor chileno Víctor Jara (1932-1973), Pedro Pablo Barrientos, será finalmente juzgado en Florida, Estados Unidos, luego de una lucha de 42 años por justicia para uno de los artistas más emblemáticos de la canción popular latinoamericana, alivió a su familia y satisfizo a las organizaciones de derechos humanos del continente.

Una satisfacción a medias, puesto que el homicida no rendirá cuentas por crímenes de lesa humanidad –lo que le aligerará la pena-, sino por torturas y ejecución extrajudicial en contra del autor de “Te recuerdo, Amanda”, a quien el 16 de septiembre de 1973 le descerrajó un tiro en la nuca, luego de torturarlo salvajemente junto a otros seis ex militares que ya fueron procesados por el mismo crimen.

El juicio a Barrientos tiene una gran carga simbólica, pues se trata del asesino material del artista que fuera detenido el 11 de septiembre de 1973, junto a otros 200 militantes del Partido Comunista, cuando un Golpe Militar encabezado por el general Augusto Pinochet (1915-2006) derrocó al gobierno democrático de Salvador Allende (1908-1973) e inició una cruenta dictadura en Chile que terminó recién en 1990.

La leyenda cuenta que entre las muchas torturas que fueron infligidas al también actor, dramaturgo y director teatral se destacó el corte de sus manos para que no pudiera tocar más la guitarra, además de tratos humillantes destinados a doblegar su entereza, algo que no consiguieron los torturadores, según cuentan los testigos de su martirio en el siniestro Estadio Nacional de Santiago de Chile, devenido en improvisado campo de concentración.

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Sin Embargo