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El cuarto informe de gobierno de Rafael Moreno Valle Rosas dejó en claro algo: si el gobernador logra en el 2018 la candidatura a la Presidencia de la República se convertirá indudablemente en el candidato de las élites. De la plutocracia. No será un candidato ciudadano. No de las masas. No de las redes sociales. Sólo de los que más tienen y que actualmente detentan el poder económico.
La principal razón por la que Enrique Peña Nieto le ha tomado cariño no es otra más que son exactamente iguales. Ambos no saben cómo sortear una crisis política y social. Ambos representan intereses económicos muy poderosos los cuales ya comparten entre ellos. Principalmente los de las empresas que ambos han favorecido como son las filiales de las empresas de los Hank, es decir, Grupo Higa.
Ambos ya son parte de la enorme feligresía del arzobispo Chedraui, el prelado de la élite mexicana.
Y es que no hay buscarle chichis a las hormigas, cuando Moreno Valle en su discurso acusó a los pobladores de Chalchihuapan por la lamentable muerte del menor José Luis Tlehuatle Tamayo el nueve de julio pasado y anunció que volverá a usar la fuerza pública contra quien ose afectar el orden, el mensaje tuvo dos destinatarios.
El primero para aquellos que quieran seguir manifestándose y tomando carreteras o cerrando calles. El segundo es para las élites, pero para decirles que él y su fuerza pública estará a su servicio para que no vayan a manifestarse esa bola de rijosos.
Moreno Valle utilizó su discurso sí para destaparse, pero también para promoverse como el próximo guarura del poder económico en México. Es decir, ahora que las empresas trasnacionales pueden invertir en petróleo y recursos naturales de manera abierta, el góber, en caso de llegar a ser presidente, se encargará de poner quietos a quienes quieran oponerse.
Es así como juega con su discurso. La verdad es que no puede ser de otra forma, pues el gobernador poblano ha diseñado su estrategia para todos menos para los ciudadanos. Es un gobierno para las élites. En eso es idéntico a Peña Nieto, por eso se entienden tan bien, por eso compaginan.
Es la política de los años setenta o quizá un poco antes representada en pleno 2015. Ambos, ni Peña ni Moreno Valle entienden la importancia de las redes sociales. Ambos desconocen el alcance y la fuerza de estas.
Peña Nieto quedó hecho trizas, no por lo ocurrido en Ayotzinapa, sino por las redes sociales. Los medios de comunicación tradicionales quedaron rebasados. En las redes todos somos iguales y es tan fácil mentarle la madre a alguien que se acabaron los personajes como Enrique Montero Ponce o el gritón de Radio Oro que se presenta con la verdad absoluta.
La televisión ya cada vez menos personas la ven pues tienen más opciones de canales y hasta prefieren sólo conectarse a Netflix.
Moreno Valle aunque aparezca en los canales de YouTube es muy fácil eliminar de un click. Y más si es que su discurso será el que siempre ha manejado. En el 2018, me lo dijo un conocedor de la política, se pelearán dos bandos: el que defienda las élites como Rafael Moreno Valle y aquel que vaya con la representación ciudadana.
El PAN, en el ánimo de sobrevivir, perdió el rumbo. El PRD en el ánimo de comer del presupuesto se alía a Peña Nieto y a Moreno Valle sin ningún rubor. El PRI carece de liderazgo social. Serán estos tres partidos quienes se conviertan en voceros de los que más tienen.
¿Será MORENA la opción ciudadana?
No lo sabemos, pero de algo sí estamos muy ciertos, los de a pie ya están cansados de los discursos, de las amenazas (estilo Moreno Valle), de los Ayotzinapan, de los trámites engorrosos hasta para el verificentro, de tenerle miedo a la autoridad. La gente está cansada. Y si el discurso es reprimir, no será respaldado por una gran mayoría. Además, ya lo dijo hasta Molotov, la revolución no será televisada.